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Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

viernes, noviembre 19, 2010

7:25 p. m. - ¿Era necesario?

Foto procedente del blog: Mediosdecomunicacionysociedad.



A veces el zapping esporádico hace que tropiece con pelis como Revolución, donde una jovencísima Natassja Kinski comparte reparto con Al Pacino y Donald Sutherland, una ambientación rústica y sucia, hace que sea inevitable sentir la humedad y el frío. Y al acabar con un final bonito pero no redondo, es imposible evitar preguntarse si hacía falta que años después Mel nos deleitara con El Patriota. Ya lo sé, para gustos los colores. Lo mismo me pasó cuando ví el remake de The Italian Job, ¿era necesario mejorar lo hecho por Michael Caine? Me refiero, más allá del tema automovilístico, claro.

La misma cadena días después pondría Espantapájaros, lo que me hace suponer que han comprado al menos "un pack", cosa que celebro, de pelis de Al Pacino, me encanta el papel que encarna Gene Hackman y que da nombre a la peli. Y la ingenuidad del papel de Al... sorprende por incómoda.

Aunque incómodo fue ver, también en la misma cadena, ¡cuidado hay un buen programador de tv suelto y no va a durar mucho!, la violación masculina que aparece en Defensa, cuya traducción del título original Deliverance al español, supone más una explicación de lo que se va a ver, que una traducción en sí, típico de la época por otra parte. Como comentaba incómodo, tal vez por poco creíble, no porque no pudiera suceder en la América profunda y de hecho en cualquier "otra" profundidad, sino por la manera en la que está descrita, es decir, hay que ver la de violaciones que estamos acostumbrados a ver de una mujer, que ni siquiera te hacen levantar una ceja más que la otra, que cuando ves la de un hombre, va y está mal hecha, y para justificarla la personifican en un friki inculto y palurdo, como queriendo suavizarla, me faltan planos y contraplanos, que le otorguen fuerza a la escena, en lugar de bochorno. Pero supongo que para ser el año '72 tampoco se puede pedir mucho más, en una peli donde salen entre otros Burt Reynolds y Jon Voight, sí, el ahora famosísimo suegro de Brad Pitt.


Objetivos: Pues sí, era necesario seguir actualizando el blog, le ha tocado al año 2009 que se había quedado desangelado desde el mes de marzo. Deleitándome como estoy en las "Opciones de Entrada", os dejo recién publicados los meses de: abril, mayo, junio, julio y agosto.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Seis películas y cinco meses.

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viernes, noviembre 12, 2010

11:43 p. m. - Arroz blanco con carne.

Era la época lluviosa, lo que ahí llamaban invierno, a pesar de las altas temperaturas caribeñas que se acusan más si cabe por la evaporación de las gotas de lluvia al contacto con la tierra caliente, por eso a nadie extrañó que resbalara del andamio, lo que si dejó con la boca abierta a todo el mundo, fue que sólo se rompiera un par de costillas.

La recuperación en el hospital fue lenta, en aquella época todo iba a otro ritmo también los hospitales, pero cada día por la tarde, justo cuando en el aire flotaba de manera embriagadora el olor a tierra mojada, aparecía ella, con su sonrisa pícara y su pelo negro como los cuervos más insolentes, rizado como el mar encrespado, la moda le obligaba a domarlo sin éxito con vaselinas varias, los clips de pelo eran como acentos puntuando las olas en su melena, y así veía divertido cómo se le escapaba a la joven enfermera un mechón de pelo de la trenza y le rozaba las mejillas, mientras le cambiaba el vendaje, notando el calor que emanaba de su centro. Siempre intentaba pedirle antes de que abandonara la habitación, que le pusiera el transistor en esa emisora de tangos, con suerte le pondrían a Gardel, aprovechaba para preguntarle si le gustaba bailar, ella reía aquí francamente sorprendida, y le respondía exclamando un poco entre rubor y vergüenza, que dónde había visto él a un pata de palo bailando, señalando su pierna izquierda, sensiblemente más delgada y oscura que la otra; como más tarde supo, de pequeña había sufrido de polio, e incluso le habían amenazado con que perdería la pierna, en esos tiempos era normal, cortar para sanar. Me hubiera gustado ver la cara hoy en día de esos pediatras metidos a carniceros si les dijera que no sólo no la perdió, sino que la acompañó hasta el final de sus días, y que con ella recorrió no una sino varias veces, tierras lejanas al pronto llamado de la mente sobre la materia, pero esa es otra historia.


Cuando salió del hospital, tardó en volver a verla, lo que tardó en cobrar su primera paga, ahí se presentó decidido con un ramo de flores para invitarla a bailar, ella aceptó y al final de la noche, él le pidió su mano para la eternidad a ritmo de tango, ella bajó la cabeza y le dijo que no podía aceptar que, tenía un hijo pequeño, un niño bastardo, pero hijo de médico renombrado, y que no le quería hacer partícipe de esa carga, eran otros tiempos, otros haceres. Él la acercó hacia sí, asiéndola fuertemente por su todavía estrecha cintura y le dijo, que ese hijo ya lo sentía como suyo. Y así fue como reconoció al niño como propio ante la ley y la sociedad, brindándole su apellido.

Los primeros años vivieron cerca del Valle de la Luna, donde Boquete se perfila a los pies del único volcán activo del istmo, a mucho orgullo, ¡méto, caraAajo! Pocos años después llegó su primogénita, y le llamaron Flor como el ramo que él le dió en su primera cita y Ángel, porque ella era de la opinión que los hijos son ángeles que vienen a redimirle a uno en esta vida terrenal, y quiso Dios que así fuera y lo viviera en sus carnes hasta el último de sus días, ¡ay, Florita!
A los diez meses llegó el varoncito, a quien pusieron nombre que invitaba a la mitología, era tan poco la diferencia tanto física como de meses, que todo el mundo se pensaba que eran gemelos, y en verdad que a ellos y no a otros les tocaría luchar hasta el final. Se mudaron a la city, en el pedregal, le construyó con sus propias manos una pintoresca casa de madera de dos pisos que los lugareños pronto bautizaron como el palomar.

Los datos me fallan y la imaginación se me escapa, pero los hechos indican que en los siguientes años algo se enfrió entre la enfermera y el albañil, algo le hizo pensar a ella que podía recuperar al médico renombrado, los deslices son sólo eso, al menos que se materialicen en criatura, eran otros tiempos, y los métodos no eran infalibles, en realidad nunca lo fueron, y así llegó ella, definitivamente ese fue el ángel redentor de mi abuela, no sólo su parentesco con el hijo bastardo era más que evidente, también era portadora del cromosoma 21, siendo a vista de propios y extraños más un ángel, o demonio según el criterio, que flor. Todo y que sin lugar a dudas fue la más dulce de todos sus hijos. El albañil la reconoció como suya ante la ley y la sociedad, brindándole su apellido, eran otros tiempos, otros haceres.


A partir de entonces su relación cambió y no sólo en lo que a distribución del espacio, se refiere, también en el trato entre ellos, ya no importaba que los niños o los vecinos escucharan, se tiraban palabras como puñales y menosprecios como caricias. Dormían en habitaciones separadas, vacaciones separadas, ella viajó en varias ocasiones, congresos de enfermeras en resorts de Miami, reuniones del poder de la menta en Perú, Colombia, Venezuela... pero él nunca cogió un avión en su vida, decía que lo más alto a lo que subiría, aparte del andamio, sería la palmera de coco verde que tenía en el patio de la casa. Ciertamente, así fue.

Receta: Tortas de carne.

Las comidas también las hacían separadas, por eso aquella vez que él saliendo de casa cerca del mediodía, camino del huerto, para recoger alguna yuca, cortar algunos plátanos verdes y tirar marañones para asar luego sus frutos secos, mientras tragaba un agua de coco verde cortado a machetazo limpio y bebido a temperatura ambiente, nada de "bien fría", como la vendían por la calle los vendedores ambulantes con sendos trozos de hielo en el interior de la nevera con ruedas de bicicleta. Le sorprendió que ella le dijera, ahí tienes la comida, señalando una antigua lata de leche, convertida en improvisado tupperware. Sentado mientras veía cómo se asaban y ennegrecían las pepitas de marañón, se dispuso a comer, abrío la lata y vió lo que a simple vista le pareció un apetitoso arroz blanco con carne. Le llevó un par de cucharadas descubrir que la carne no era tal sino cucarachas, grandes y jugosas como todo en el caribe, eran otros tiempos, otros haceres.

Durante años explicó esta anécdota entre risas, tal y como luego me la explicaría a mí esa tarde de verano, llamado así ahí por ser la época seca que va de diciembre a abril, a sus pies sentada sobre mis rodillas escuchando con cara de plato cada una de sus palabras, memorizando sus gestos, para adivinar su sonrisa, él sentado en la mecedora a la sombra del gigante palo de mango de la vecina con enredaderas de flor de papo en su valla; etiquetándola como una de las últimas muestras de cariño que recibió de ella, remarcando su sentido del humor irónico, y cómo al volver a casa esa tarde lo primero que le comentó, no sin cierto disimulado asombro por parte de ella al oír su comentario fue, que lo que más le había gustado eran los trocitos de carne. Ahí decidí que yo de mayor también quería ser irónica, porque sin lugar a dudas eso despertaba la pasión, como la que destilaba él cuando recordaba como había sido ella una vez.


Ese fue el abuelo que conocí, mi abuelo. Quien recordaba el arroz blanco con carne, que le gustaba ver pasar el tiempo desde su mecedora con el torso al aire, un torso siempre fibrado para su edad, quien tuvo retuvo. Un abuelo que tras la muerte de mi abuela hace unos años por cáncer de pulmón, sí, le falló antes el pulmón que la pierna pata de palo, sonrío irónicamente. Un abuelo que durante sus últimos años se convirtió en casanova circunstancial de toda jovencita contratada para cuidarle y asearle, seguramente le recordaban al rol vivido con mi abuela, vuelvo a sonreír. Jovencitas que se cuidaron bien de arrambar todo lo que pudieron, ya se sabe que la familia a distancia es como el novio en el extranjero, no cuenta, se sabe que está ahí pero es sólo un cargo honorífico.

Un abuelo que dejó de ser mío, mucho antes de morir hace apenas un mes, dicen que dejó de beber agua, y decidió convertirse en verano, en época seca. Para convertirse en el "suyo", y así puedo leer en el escueto e-mail en tono afectuoso: "... te envío la última foto que tomé con
mi abuelo..." ¿Su abuelo?, en todo caso nuestro... pero eso tampoco él lo comprende, ni siquiera es consciente, ha nacido mucho después y sólo me tiene en cuenta hasta donde mi cargo honorífico llega, que no es mucho. Los tiempos cambian, ahora hay otros haceres. Agradezco la foto, y mientras la miro, le recuerdo meciendo las horas, siento una punzada intensa, acompañada de un dolor agudo en el pecho, pero no me hagan caso, seguramente es una contracción muscular, debido a la falta de un estiramiento adecuado.



Objetivos:
Llevo dos gelocatiles, pero la punzada persiste.
Tiempo robado si has leído hasta aquí:
Más del que tardas en saborear un arroz blanco con carne, tal vez, incluso vayas por los postres.

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lunes, noviembre 08, 2010

3:08 p. m. - Lo dijo: Roger Corman.

"Una de las peores cosas que puedes hacer es tener un presupuesto limitado y tratar de hacer una película grandiosa. Ahí es cuando terminas con un trabajo malísimo."

Roger Corman.



Objetivos: Apliacable a cualquier tipo de proyecto en general, con ínfulas de grandeza.
Fuente de la cita: Wikiquote.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: En pelis de serie B, todo el que quieras...

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viernes, noviembre 05, 2010

5:55 p. m. - Esas otras historias.

Foto nº20 del especial, Pumpkin Decorating Ideas del portal Country Living.


Ya pasó Halloween, felicidad anodina, aquellos que piensan que el terror cotidiano, se puede fechar en el calendario y festejar puntualmente. Pero la realidad es que existen ese otro tipo de historias, que en un momento dado te ponen los pelos de punta, y de las que nadie habla, para no darles importancia, o tal vez sea para minimizar su efecto. A riesgo de que alguna de ellas se cumpla, voy a contaros algunas de esas historias...



TRES PELOS

Cada mañana escrutina su cara frente al espejo, y hace un veredicto, sobre el efecto de las cremas en las diferentes zonas del rostro, haciendo hincapié en el entorno de los ojos, son el espejo del alma, y los grandes indicadores de la edad, que no tiene por qué coincider con la biológica, cuestión de la que era muy consciente. De momento parecía sacar un aprobado.

Pero, un momento, ¿qué era eso?, no podía ser, ayer ya había extirpado de raíz dos, y hoy... tenía otro, erecto, sensiblemente más duro al tacto, reinaba en su barbilla, un pelo, que sin lugar a dudas, su hermano hubiera bautizado de bruja. No era cierto, su hermano le hubiera cantado muerto de la risa y saltando a su alrededor: "Mi barba tiene tres pelos, tres pelos tiene mi barba, si no tuviera tres pelos, pues no sería una barba". Quería decir eso que, ¡¿TENIA BARBA?!

Un grito ahogado se le escapó, mientras extirpaba el tercer pelo. Dicen los vecino ajenos a todo ésto, que se puede oír a un alma en pena cada mañana recién tocadas las seis.



LA MALDICION DEL POST-IT

A veces me pasa, no tengo ni mi libreta, ni moleskine que me quiera, a mano. Para apuntar cualquier sandez que se me pase por la mente, y en el mejor de los casos tengo un ticket de compra cuyo reverso, se convierte rápidamente en espacio para notas, amén de las letritas en pequeño difuminadas sobre las condiciones amparadas en la transacción de venta y los términos de devolución, ¿alguien se las ha leído alguna vez?

Pero el día de autos (siempre he querido escribir ésto...), estaba en la oficina, de hecho copiaba para no olvidar la relación de palabras de una compañera checoslovaca, ella sigue considerándose así, porque nació cuando Checoslovaquia era una y no dos, quien aseguraba que al aprender el español, le costó mucho entender y diferenciar cómo nosotros cuando doblamos una consonante podía cambiar no sólo la pronunciación sino el signficado y por ende el contexto, así mencionaba: "pero y perro".

También le hacía gracia que utilizáramos en el contexto laboral el verbo gozar, conjugado de la siguiente manera: "goce y disfrute de las vacaciones restantes para el año vigente".

Y así apunté en el post-it para no olvidar:

pero
perro
goce
gozar

Acto seguido lo enganché en mi cartera, al llegar a casa en la agenda de aquel año, que acabé guardando al acabar el mismo. El otro día, buscando otra cosa, tropecé con la agenda, al hojearla de manera rápida como quien baraja cartas, apareció el post-it. Que ya no me pareció ni tan agudo, ni tan gracioso. Cosas que tiene el paso del tiempo. Arranqué el post-it, lo rompí en cuatro trozos, y lo dejé encima de la mesa del comedor, para tirarlo después a la bolsa de reciclaje de papel, y me olvidé del asunto.

Seguí con total normalidad mis actividades dunte el transcurso de la mañana, y cuando estaba sirviéndome una taza de café en la cocina, noté que algo me rascaba en el codo, era el post-it, bueno en realidad, el post-it troceado enganchado en la manga de mi jersey. Lo retiré y lo dejé encima de la encimera, para tirarlo después a la bolsa de reciclaje de papel.

Minutos más tarde estoy en la terraza, regando las plantas, verificando que los gorriones con espíritu de pirañas voladoras, encuentren su ración de grano diario, cuando algo amarillo llamó mi atención en el suelo, su forma era demasiado recta para ser una hoja seca, me agaché para recogerlo y comprobar que efectivamente era el post-it, lo dejé encima de la mesa de la terraza, para tirarlo después a la bolsa de reciclaje de papel. En esas estaba, cuando sonó imperante el timbre del interfono, por su manera de tocarlo, sabía que era el cartero, salí en estampida a abrir la puerta porque esperaba un paquete certificado. Ahí estaba el cartero, paquete en mano, me dice que tengo que firmar, me ofrece un bolígrafo y al dármelo no atino a cogerlo enseguida y se me cae al suelo.

Fue en ese momento que supe lo que él había visto, lo que él había leído, intercambiamos miradas, que no sabría definir o más bien no quiero definir. Él había sido más rápido que yo en agacharse y coger el bolígrafo que había caído justo al lado de mi pie izquierdo, hágase la salvedad. En la puntera de mi bota izquierda, había un trozo maltrecho de post-it, donde se podía leer claramente:

perro
goce

Desde entonces no abro la puerta cuando suena el interfono, espero que me dejen los avisos pertinentes diciendo que tengo paquetes por recoger en la oficina de correos, cuando salgo al súper y veo el carrito del cartero junto a algún portal, corro despavorida en sentido contrario. Y en casa, así como en la oficina, evito utilizar post-it, es más elimino sistemáticamente todos los que me encuentro en la trituradora de papel, de hecho he adquirido una tamaño mini ideal para el exterminio de los mismos, y que recomiendo encarecidamente.



SUCEDIÓ EN EL METRO

La prensa gratuita que distribuyen es siempre fuente de sucesos, mitos y anécdotas, mezcladas como si fueran un martini con vodka, al más puro estilo Bond, agitado pero no revuelto. Donde a veces es difícil distinguir la verdadera noticia o la intención de la misma, así leo que:

Nicole Kidman, se enjuaga el pelo con, ¿champagne? (foto 2 de 11, leer Her Beauty Secret), asegurando que hace maravillas en el pelo rubio... Con lo que pienso enseguida, qué utilizamos las de pelo moreno... ¿Una Guiness?

Refunfuñando, pensando en que prefiero tragarme la Guiness que usarla de acondicionador, leo que no despedirán al conductor del metro, sino que lo amonestarán simplemente. Hala que escriba cien veces no volveré a gastar una broma sobre bombas imitando a un moro.

El metro se detiene en la siguiente estación, y absorta como estoy en mi lectura, pasan un par de minutos antes de que reaccione y me dé cuenta de que seguimos parados en la misma estación, y unos segundos para comprobar que la mitad de los pasajeros del vagón se agolpan en formación de abanico y silenciosa, alrededor de una de las puertas, por un momento creo estar en un peli de zombies, dejo el periódico a un lado, me levanto y al hacerlo la chica de unos veinte años que tengo al lado y que está escuchando su mp3, reacciona y me imita, nos acercamos a la puerta que tenemos más cercana, y entonces vemos a un hombre, caucásico, con sobrepeso, de unos cuarenta (que se note el visionado compulsivo de CSI durante años y años), tumbado boca arriba en el suelo, al parecer se ha desmayado. El maquinista del metro está a su lado con el walki-talki, razón por la que estamos detenidos, otra persona, un alma caritativa sin duda, agrupa las pertenencias del desfallecido y las coloca bajo sus piernas para elevarlas. En cuestión de minutos llegan más trabajadores del metro, comentan un, "ya están de camino".

El resto del vagón y yo, seguimos igual, como espectadores lejanos, en silencio y mirando a un punto fijo, entonces uno que ha estado leyendo su libro hasta entonces, se levanta, se acerca a la veinteañera (¿he dicho que llevaba leggings y botas altas?), y le pregunta qué ha pasado, a lo que ella contesta desganada, mientras se da media vuelta y toma asiento nuevamente,

- No lo sé, pero yo voy justita.

En cuanto la oyen, otro par de chicas de la misma edad, una de ellas no tarda en hacerle los coros,

- Es verdad, siempre nos tiene que pasar en el que vamos nosotras...

No puedo evitar pensar que si pasara algo, corrijo si me pasara algo, sólo dos de cada cien personas hábiles reaccionan instintivamente en ayudar, el resto miramos, y un porcentaje no menos importante va justito y tiene cosas más importantes que hacer, que reparar en una vida. Aunque esa vida sea la tuya o la mía.




Objetivos: Sobrevivir a esas y otras historias.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Algo menos que un trayecto en metro, poco más de lo que tardarás en arrancarte el tercer pelo.

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