Tienes pilas de ropa, cosas, por lavar, por perdonar.
Así que lo normal es cargar la lavadora con ellas, poner jabón para asegurarnos de que la suciedad, traición, marchará sin necesidad de agua caliente, esperas que llegue al último lavado y estás pendiente de agregar el suavizante, tal vez un café espolvoreado con canela, y esperas a tenderla.
- Pues me alegro de que estés bien,- dice ella sin estar muy convencida mientras hace pequeñas ondas en la taza al remover la cuchara en su interior.
- Si, en realidad sigo igual, en estos dos años que han pasado no ha cambiado nada.
La lavadora da vueltas, centrifuga, exprime el agua y deja la ropa retorcida como un cordón gigante roto a trozos, cada trozo tiene vida propia, y se expresa en cuadros, estampados, rayas, situaciones diferentes que provocan cambios, y reaccionan de diferente forma a los jabones, al suavizante, destiñendo colores, provocando actitudes que no reconocemos, que no aceptamos. Es entonces cuando te das cuenta, de que la solución no pasa por lavar otra vez, la prenda ya está desteñida, o bien la mancha persiste, el daño ya está hecho.
- No debería darte igual son dos años de tu vida, de tu tiempo. – Suaviza su tono de voz. – Perdona tampoco quería aconsejarte, no soy quien…
Objetivos: Poniendo lavadoras.
Tiempo robado lavando si has leído hasta aquí: ... ¡y el que me queda!