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kleptØ

Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

jueves, marzo 31, 2011

5:53 p. m. - ¿Qué planes tienes? ¡Fiesta con mis vocecillas!





La gente insiste en preguntarme,
"¿y ahora qué vas a hacer?",
me recuerdan una y otra vez,
que no sabrían estar sin "hacer nada",
otra vez la nada se impone como concepto global,
como ente engullidor,
como masa informe para borregos.




Objetivos:
Sonrío, y les comento sin ánimo de convencer, ni de justificación:

Que "mi nada",
es mi TODO en este momento,
es muy vital y activa,
me llena... de hecho estoy salivando...
y
que viviendo en un ático junto a Phil Collins... ¡Que siga la mi fiesta!


Tiempo de fiesta con mis vocecillas si has leído-escuchado hasta aquí:
De fiesta todo tiempo siempre es poco... muy poco. Mis vocecillas y yo, ¡queremos másss!

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lunes, marzo 28, 2011

3:19 p. m. - Las naranjas del zoco.

Foto: Obtenida del portal vagamundos.


Lo mejor del zoco de Marrakech, son sus naranjas, cualquier valenciano que se precie, gritará, pataleará y lo negará vilmente, pero ello no le evitará tragar con la excusa de que simplemente es por comparar, el brebaje más dulce jamás exprimido de unas naranjas. Y es que la temperatura es tan terriblemente alta en la plaza Djema-el-Fna, a las 9:00 de la mañana, que puedes estar rozando en agosto tranquilamente los cuarenta grados, y no veas cómo se agradece el zumo de naranja que pasa como la gloria, eso sí, hay que tener en cuenta que te lo expriman en el momento y que no te lo sirvan de la jarra que tienen ahí preparada, que llevará más agua que zumo. La picarezca existe en todos lados. La plaza se haya rodeada en el perímetro por tenderetes de exprimidores de naranjas con sombrillas, y como te digo es un delito atravesarla para meterte en el zoco, sin haberte tomado al menos un vaso. Todavía recuerdo aquella pareja vasca que tras probar el primer vaso, vaciaron su botella de agua evian, para que se la rellenaran con el zumo de las naranjas, así que no te extrañe si te pasa lo mismo.

Recuerdo haber entrado al zoco por la parte donde estaban situados los puestos de aceitunas, grandes y pequeñas, pero jugosas, en todos los colores pasando por el negro, marrones rojizos seguramente por las especies, y verdes. No pude evitar comprar una bolsa, para ir comiendo mientras me paseaba por las callejuelas del zoco, para mí es oler una aceituna y se me hace la boca agua. Dentro del zoco la temperatura baja, las callejuelas son estrechas y al estar a la sombra, la diferencia de temperatura se nota enseguida, pero la cercanía con los productos en su mayoría artesanos, a medida que te acercas a las calles centrales, hace que los olores te impregnen, es imposible (debo aprender a describir el picor y la llorera contenida que sufro como alérgica que soy cuando estoy en una situación límite) decir a qué huele un puesto de especias (¡venga!), todas juntas (¡Sí!), su olor invade tu nariz tan rápido como la gama de colores bloquea (¡vaya!, con que nos hemos bloqueado... si ya se veía venir...) tu vista. Pasar por delante de un puesto de babuchas y mochilas de piel, con cinturones colgando, te dejará un aroma fuerte y dulzón como de sudor seco, en la nariz debido al curtido en alumbre. Las alfombras te harán desear vivir en un palacio y no en un piso de ciudad, no podrás evitar tocarlas, ya que gentiles y fuertes jóvenes las cargarán y te perseguirán para que entres en sus tiendas, te harán sentir la lana y la seda bajo tus dedos, fuertemente anudadas y tejidas en filigranas y colores imposibles fantásticos, no es de extrañar que en las mil y una noches volaran sobre una de ellas, podrías navegar y perderte en más de una.

Llegando al centro tienes las joyerías que hubieran hecho palidecer de envidia a Alí Babá, y cualquier trabajador nato se sentiría el más inepto sólo de ver cómo sacuden y remueven los tejidos en agua para teñirlos a mano, en la zona textil. Al salir del zoco, el sol tarda poco y nada en herir tus ojos y recordarte el calor sofocante, y tu primer instinto será refugiarte bajo una sombrilla, degustando un zumo de naranja recién exprimido, dulce como la miel.



Objetivos: Hoy me encuentro paladeando unas naranjas grandes como bolas de softball, que he comprado en el paki de la esquina. El recuerdo de aquellas otras naranjas ha sido inevitable, como inevitable ha sido recordarte a ti y a ti también, después de leer vuestros e-mails evocando pasados para mí tan dulces como las naranjas del zoco.
Tiempo paladeando una naranja si has leído hasta aquí: Poco y menos, tengo que lavarme las manos que me han quedado pringosas. Ahora vuelvo. (Es un decir escribir).

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martes, marzo 15, 2011

9:49 a. m. - El mismo lago.

Foto: Lago de Banyoles, Girona. Clicka aquí para saber un poco más.


EL SUICIDA

Es habitual en él acabar deambulando en los alrededores del lago, ha intentado sumergirse en él en más de una ocasión pero su agua dulce le devuelve siempre a la orilla, no se lo ha dicho a nadie, ni siquiera al sicólogo, tampoco le ha dicho que sin saber cómo o por qué, acaba en una chalet con vistas al lago, donde paga por los favores de una chica joven rumana de mirada triste, siempre escoge la misma habitación de amplios ventanales, abarcar la panorámica del lago mitiga su dolor, mientras la hace suya.

Esa tarde antes de dirigirse al chalet se acerca al lago y se arrodilla muy cerca de donde el masiego y el carrizo forman un recodo, donde la monitora e improvisada socorrista le aseguró que vió por última vez a su hijo antes de que se ahogara atrapado entre la vegetación parcialmente sumergida, casi sin darse cuenta empieza a hablar en voz alta,

- Nunca pensé que te sobreviviría, por mucho que me digan que hay que seguir viviendo, es antinatural haberte perdido... ¿sabes lo que me dijo el sicólogo?, que tenía que luchar contra la inmortalidad de mi "yo"... como si hubiera un yo del que preocuparme, ya me gustaría saber a mí si tiene hijos el cabrón, pero claro no le pago para que me hable de él. Pero no he venido hasta aquí para aburrirte con problemas de mayores, seguro que sabes que día es hoy, te he traído un barco de esos que a tí te gustaban, para que te acompañe en tu no-cumpleaños, hoy hubieras cumplido diez. No te disgustes sé que te he prometido un millar de veces que te acompañaría pronto pero soy incapaz de quitarme la vida, otra vez mi yo, me supera. Siento fallarte por segunda vez. Si ese verano no hubiera tenido ese contrato tan importante, hubiéramos ido a pescar tal y como te prometí...

Aquí su discurso se interrumpe, ha oído pisadas sobre la vegetación a sus espaldas, le parece reconocer a la chica rumana, tiene la mirada perdida en el lago y de su mano cuelga una jaula vacía.


EL CAUTIVO

La luz del alba se cuela por la ventana y me ilumina, veo a mis hermanos y a mi padre, les grito como cada día, creo que me oyen, se acercan y me observan, pero se vuelven a alejar, y se pierden en el lago. Les vuelvo a gritar, ¡estoy aquí!, ¡estoy aquí!, ¡estoy aquí! Al principio intenté llevar un control de los días que llevaba encerrado con lo único que tenía a mano, mis propias heces, pero esa matrona que me cambia la avena que me dan como único alimento se entretiene limpiando las señales que dejo, casi que diría que se divierte con ello, últimamente incluso hasta canta cuando lo hace, yo intento ignorarla desde mi rincón.

He intentado escapar, me he abalanzado contra ella, pensé que la pillaría desprevenida, pero lo único que he conseguido ha sido perder un trozo de piel, y además me sangra la boca, la muy cabrona se ha abalanzado contra mí y con un solo brazo me ha reducido, en realidad le ha bastado con una mano. No contaba con su fuerza, pero le he mordido, ella también se ha llevado un souvenir.
Me ha inmovilizado mientras intentaba ahogarme con la papilla de lo que quedaba de mi primo muerto, me resistí con todas mis fuerzas, empujando todo lo que me permitían mis piernas, pero finalmente lo he engullido, mientras ella intentaba justificarse diciéndome que no comía suficiente avena, y entonces me ha echado encima al perro, pero a él sí que le he mordido.

Pero algo ha pasado, me ha dejado abandonado en mi celda no sabría decir por cuánto tiempo, pero el sol todavía estaba alto en las nubes cuando ha regresado y sin más preámbulo me ha trasladado al exterior. Veo el lago, veo a mis hermanos y a mis padres, les grito, ¡estoy aquí! Pero un momento. Ha dejado la puerta abierta. Está mirando al lago, es mi oportunidad. ¡Lo he conseguido! ¡Estoy volando sobre el álamo blanco del lago!


LA SUPERVIVIENTE


Lo primero que hace al levantarse es correr las cortinas de los amplios ventanales, mirar al lago y pensar que algún día podrá caminar a su vera y ser libre al fin. Acto seguido toca limpiar la jaula, el pequeño gorrión se empeña en ir marcando todo con sus cacas, pero ella deja la jaula limpia, blanca e impoluta, coloca el agua y la avena. Es un regalo que se encontró en la ventana hace unas semanas, por intentar volar antes de tiempo, le canta para animarle, y prometerle que algún día ambos serán libres, pero él se limita a mirarla de reojo desde su rincón. Le observa con preocupación, hoy se ha lanzado hacia su mano, ha intentado morderle (si eso es posible), pero para lo único que ha servido es para que perdiera más plumas y se hiriera en el pico. "Pobrecito", piensa para sí.

Ha comprobado que apenas había comido avena, y lo ha cogido con la mano, le ha costado un poco pero lo ha conseguido llevarlo a la cocina donde tenía preparada la papilla sabor pollo y un cuenta gotas, el pequeño gorrión ha intentado zafarse de su mano empujando con sus diminutas patitas, pero al final ha tragado un poquito, y el rottweiler de Sebas chafardero ha venido a olisquear lo que sujetaba en la mano, cuando ha descubierto su cabecita por encima del puño, ha intentado lamerlo, a lo que el gorrión le ha lanzado un picotazo.

- ¡Es tan mono!, -dice en voz alta.

- ¡Cuántas veces te he dicho que no alimentes a ese bicho en la cocina!, -le dice Sebas tambaleándose, acaba de entrar en la cocina con resaca de la noche anterior y sigue con su verborrea-, devuélvelo a la jaula y ven aquí enseguida a prepararme el desayuno.

Cuando pasa junto a Sebas, este le suelta una colleja en la nuca, para recordarle que se de prisa, deja a su bichito en la jaula, cuando regresa a la cocina, Sebas está acabando de aspirar una raya de coca que había alineado en la tabla de madera con el cuchillo. Al lado tenía una taza de café donde se había servido whysky, en cuanto la vió, se levantó, la colocó frente al fregadero, le bajó las bragas y la forzó. Todo hubiera sido normal si no hubiera tenido esa especie de colapso y convulsión, demasiado exagerada para ser un orgasmo, se quedó quieto dentro de ella y dejó de jadear, casi que diría que no respiraba tampoco. Ella también se quedó quieta unos minutos, no quería ganarse otra colleja, pero cuando llevaba lo que le pareció una eternidad, sin recibir ningún grito, empujó su pelvis hacia atrás para zafarse del peso muerto. Sebas cayó entonces sobre sus ochenta kilos de espaldas al suelo, lívido como el mármol.

Se había imaginado tantas veces su muerte, que le entró pánico, primero intentó reanimarlo, no podía abandonarla de esta manera, qué haría sin él, él siempre sabía lo que había que hacer, cómo iba a llamar a la policía, no tenía ni papeles, ni siquiera su pasaporte. Todo eso lo controlaba Sebas. Pero un temor aún mayor se apodera de ella. Tenía que salir de ahí, si los amigos de Sebas volvían, la culparían a ella y... corre a su habitación, se cambia el camisón por unos tejanos, una camiseta y unas bambas y coge la jaula. Da un último vistazo al lago y de repente, le parece reconocer a Iván, ese cliente que siempre llora después de hacerle el amor, atina a ver cómo deja ir flotando en el lago un juguete. Tal vez, él pueda ayudarla.




Objetivos: El mismo lago
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Algo más que una zambullida.

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lunes, marzo 07, 2011

11:18 p. m. - Desayunando con Roberto.

Foto: Tomada de la cubierta del libro, A Woman Scorned, de Lisa Pulitzer.

Me gustan tus dedos de los pies, son grandes y fuertes, creo que nunca te lo dije, me gusta que después de pasar todo el día en las caballerizas con las botas, entres en casa, con esa sonrisa tuya que me desmonta y que me pidas un masaje en los pies después de la ducha. Pero últimamente daba la impresión de que te molestaba que te tocara, crees que no me daba cuenta de que preferías meterte directamente en tu habitación después de salir del baño, lo que pasa es que hacía ver que no me importaba, y que prefería darle de comer a los gatitos y luego a los perros y no verte ni siquiera para cenar, quedarme sola esperando con la tele como única compañía en la cocina. Bob, ya sé que odiabas que te llamara así, pero ahora ya no puedes quejarte. Bob dime, ¿qué te gustaba de mí? ¡Dímelo! Claro, no puedes contestarme porque es de mala educación hablar con la boca llena. Olvidaba que estás desayunando. ¡La comida más importante del día! Tú siempre recordándome los buenos modales, no te preocupes ya contesto yo por ti, mi dinero era lo que más te gustaba, y que te hubiera hecho capitán del equipo de Ashland. ¡Ah, pero ya no me necesitabas! El cónsul de Argentina te ha llamado y ya no necesitas a Susanita. Susanita… yo también odiaba que me llamaras así, bueno, al principio no, me gustaba sentirme como protegida, por el hombre más deseado del club.
A veces imagino cómo hubiera sido mi vida si yo fuera Diana, es que hasta tuvo suerte la jodida con el nombre, ¡no me ignores cuando te hablo!, sí he dicho otro taco, qué pasa… Diaaana. En el internado le llamaban Lady D, ¿sabes? Rubia con el pelo corto y guapa. Mamá siempre nos miraba con cariño disimulado cuando nos preguntaba medio en broma, medio en serio, ¿cómo podíamos ser mellizas y ser tan diferentes? Yo siempre me quedaba con la sensación de que esperaba una respuesta, pero precisamente porque somos mellizas SOMOS diferentes, tal vez debí haber sido un chico, no sé. ¿Tú qué crees Bob? Seguro que también hubieras preferido que yo fuera Diana en más de una ocasión.

En cambio papá siempre me decía que fuera más de lo que aparentaba. Se preocupó siempre de que bajo mi apariencia frágil, fuera capaz de defenderme por mí misma, fue él quien me regaló esta Magnum 357, creo que en el fondo nunca me han gustado las armas, quiero decir, no tanto como a él, pero no se me dan mal. Creo que has podido comprobarlo, ¿no? Sí ya sé, que estás desayunando y que no me estás prestando atención, que prefieres incluso ojear esa estúpida revista antes que hablar conmigo. Pero anoche bien que hablabas con Justin Cali, como el padre perfecto que te crees, prometiéndole muchas Navidades juntos a partir de ahora, y que pronto le compensarías el tiempo perdido, y luego cuando te pasó a Margaret, no disimulaste ese tonito que usas, cuando te interesa. Maggie… pero cómo te puede parecer sexy una chica con nombre de salsa de tomate, mira seguro que sólo sirve para eso, para bailar salsa, ¿fue así como te conquistó Bob, bailando en el club?
El club… casi que me imagino a Betsy, con esa cara de "no doy crédito", mientras sorbe su taza de té con la leche aparte, si no fuéramos amigas desde hace tiempo, diría que tiene una capacidad de asombro infinita, todo lo que sale de su normalidad, la deja perpleja. Sinceramente Bob, no creo que nadie, ni siquiera ella se atreva a volver a decirme que tú y yo somos como una versión moderna de la Cenicienta, pero al revés. ¿Qué versión crees que seremos ahora? Ashland, cenizas a las cenizas…

¡¿Cómo has podido decirme que te ibas?!, con todo lo que te he dado. ¿Cómo podías pretender abandonar nuestro mundo? Aquí lo tenías todo, eras el rey de los petiseros, mi rey, ¿no era eso suficiente? Incluso te dije que estaba dispuesta a tener un niño si eso te hacía feliz, y que ya hablaría con papá para que entendiera que en lugar de llamarse Samuel, como digno sucesor suyo, se llamaría como algún jugador de polo famoso que a ti te gustara. Después de lo que ha hecho papá por ti, pero él con tal de verme feliz aceptó siempre que estuvieras aquí en casa conmigo sin habernos casado, como hubiera preferido mamá, o como hubiera hecho la buena de Diana, sin importarle tus orígenes. Tenía que aguantarme que me recordara el internado en Suiza, sus expectativas, pero quería verme feliz. Y me sales con esas… “El cónsul me ha llamado para que sea el capitán del equipo de polo de la selección argentina”. ¿Quién coño es ese? ¿No era suficientemente bueno el equipo de Ashland? Todo un equipo para ti, para tu lucimiento.

La semana pasada fui a la oficina del sherif, son un poco ineptos, después de hacerme esperar, conseguí que me tomara declaración un sargento, y fue difícil porque parecieron no entender lo que les quería explicar, querían acompañarme y todo de regreso a casa, después se quejan del sistema y que funciona como funciona, no me extraña una mierda, me perdonarás si suelto otro taco, ¡pero para eso estoy en mi casa, joooder!, que si una señorita no se debe expresar así, tatatín-tatatán y toda esa cantinela que me sueltas a la mínima de cambio, de lo que deben y no deben hacer las niñas bien, esas que nunca conociste en Argentina y que aquí te toleraban como animal exótico. Sí en esos términos hablaban de ti, como un espécimen exótico y fuerte, el petisero convertido en semental de lujo. ¿Crees que alguna te hubiera llevado a casa para convertirte en algo más que en el amante de turno, como hice yo? ¡Ja!, ni de coña, ya te lo digo yo, los accesorios son eso, accesorios que se usan por temporada y luego se desechan. En cambio, yo supe ver cómo tratabas a los caballos, tu conexión con ellos.
Espero que al menos hayan archivado como es debido la declaración que hice, tengo aquí en un papel el nombre del sargento, ahora cuando llame, debo recordar mencionarle, y que no se me olvide lo que me ha dicho papá, también debo mencionar a Blair, mi abogado. Seguro que lo recuerdas Bob, es ese que vino a traerme el acuerdo prenupcial, ¡qué tonta!, realmente pensé que llegaríamos a casarnos.

Esto me duele más a mí que a ti, arghhh, ¿crees que con tres cortes en el brazo serán suficientes Bob?, no te preocupes ahora te paso el cuchillo a ti. Son casi las nueve, debo llamar, sólo deseaba que me pidieras perdón… ¡Tan difícil era eso!, debo serenarme, tengo que hacer esa llamada, no te levantes, no hace falta, desde ahí podrás oír todo lo que digo y podrás corregirme como haces siempre, bueno es un decir, tú ya me entiendes Bob… No te digo que son unos ineptos ya ha sonado un tono y todavía no me contestan, en el nueve uno uno.
- "Ah si... necesito... necesito informar... un hombre ha sido disparado y está muerto… en Ashland Farm - 8714 Holtzclaw Road y hablé hace una semana con el Sargento Healy y... él conoce al hombre… Roberto Villegas… ha intentado matarme… Tengo un arma, sí… Tengo que hablar con mi abogado, ha sido en defensa propia."


Objetivos: Y la filológa metida a profesora de cursos de narrativa nos miró y dijo, quiero un monólogo-soliloquio, tema: viuda velando a su marido, estilo Cinco horas con Mario, para el próximo martes. Y kleptØ ni corta ni perezosa, dejó pasar toda la semana, precisamente porque tenía "toda una semana por delante", y el lunes a última hora vomitó esta versión libre e imaginaria de los supuestos minutos a solas con Roberto y previos a la llamada de Susan a la policía para informar de que había un hombre muerto en Ashland Farm.

Roberto Villegas, fue asesinado por Susan Cummings, la heredera de una enorme fortuna, el 7 de setiembre de 1997.

Durante el juicio que tuvo lugar tras el asesinato, el abogado defensor de Cummings argumentó que la mujer actuó en defensa propia, ya que el polista había abusado físicamente de ella y la atacó con un cuchillo. La mujer mostró heridas en uno de sus brazos.

Los médicos forenses pudieron establecer sin embargo, que Cummings disparó contra Roberto, el padre del pequeño Justin, mientras él tomaba su desayuno en la cocina de la casa. Dijeron que las cortaduras que Cummings tenían en su brazo derecho habían sido autoinflijidas. Consecuentemente, un jurado determinó que Cummings era culpable. Lo extraño del caso es que en vez de condenar a Cummings a 10 años de prisión, el juez sólo le dio 60 días.

Existe un libro escrito sobre el caso, A Woman Scorned, escrito por Lisa Pulitzer.
Tiempo robado (cumplido por Susan) si has leído hasta aquí: 51 días por buena conducta.

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