<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d15196203\x26blogName\x3dklept%C3%98\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://klept0.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://klept0.blogspot.com/\x26vt\x3d70975121274733012', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>
kleptØ

Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

sábado, enero 07, 2006

7:07 p. m. - El Patio de las Garzas.


Relato 3.3

Escrito como continuación del post 3.1 y 3.2, respectivamente, en el año del señor y en el día en el que al 3.3 sin punto, le he sumado un año más y restado uno de menos, según se mire.



EL PATIO DE LAS GARZAS


Fabián se dispuso a recoger los trozos de cristal que quedaban en el suelo, después de que el jefe de los araras, cogiera el suyo, seguían teniendo un brillo deslumbrante y cegador, de una belleza hipnotizadora. Lo que le animó en gran manera a seguir adelante hasta su meta, al menos hasta llegar hasta el castillo, más allá del patio de las garzas.

Al acabar de recolectar todos los trozos en su atillo, dos guacamayos tan grandes como el azul pero en colores estridentes rojizos y naranjas, lo alzan en vuelo por los hombros, a la ninfa apenas le dá el tiempo justo de prenderse a la cuerda del atillo. Los guacamayos atraviesan la frondosidad de las copas de los árboles, y salen a un vacío celeste donde los rayos del sol calientan sin intermediarios. Fabián se siente minúsculo al ver todo desde esa altura, nunca se había planteado las cosas como parte de un todo.

De repente en el horizonte, se vislumbran dos torreones, que presumen ser la entrada al castillo, siente como el corazón se le acelera, a la vez que los guacamayos van descendiendo en altura, para posarle sobre Calidonia, la explanada que hace de antesala al patio de las garzas, y que debe su nombre a la temperatura cálida que ahí hace, da igual la época del año que sea. Los araras se alejan extrañamente sin hacer ruido alguno, pues la maldición que pesaba sobre ellos se ha levantado.

La ninfa revolotea a su alrededor y con su habitual cantinela de riachuelo le dice, - Afáñate Fabián, si consigues atravesar el patio de las garzas sin ser presa de la tulivieja, nada impedirá que veas a Zuleika. A partir de aquí deberás continuar solo.

- Ninfa no hubiera llegado hasta aquí, de no ser por ti, ¿te volveré a ver algún día?.

- ¿Quién aunque ninfa no sea, puede contestarte sinceramente a esa pregunta?.

Compungido Fabián baja la mirada, al levantarla, sólo ve flotar en el aire el polvillo ocre del batir de las alas de la ninfa. Tiene por delante el patio de las garzas, atraviesa un arco rodeado con flores de papo, de color rojo, el patio es redondo, en el centro hay una fuente presidida por una copa enorme en cuyo interior crece la Flor del Espíritu Santo, la reconoce fácilmente porque tiene un color blanco roto y sus pétalos forman la figura de una paloma. La fuente está custodiada por siete garzas, que enseguida notan la presencia de Fabián. Súbitamente la tarde se convierte en noche, y hace frío, sabe que lo que más teme se acerca, sin pensárselo dos veces, de un salto se zambulle en la fuente, las garzas se han transformado en ella, nota su respiración en el cogote, sabe que no debe mirarla o le arrastrará con ella, en el agua de la fuente ve su reflejo y a su lado la joven más angelical que hubiera visto nunca, de largos cabellos rubios y grandes ojos azules, sus labios carnosos y rosados, pronuncian su nombre, - Fabián, eres tú el niño que busco, ven conmigo.

Fabián de espaldas a ella, trepa por la copa, arranca la flor de su interior y se gira para ofrecérsela a la tulivieja, la angelical joven se transforma primero en un monstruo con la cara horriblemente desfigurada y peluda, retrocede varios metros, mientras le salen plumas de las mangas, fraccionándose en 7 pedazos que vuelven a su forma original de garzas, que desaparecen tras una puerta que aparece de repente al fondo del patio, vuelve a ser de tarde y Fabián nota en su piel el calor del atardecer, desciende de la copa, y de un salto sale de la fuente, chorreando pero feliz se encamina hacia la puerta, en el centro tiene un pomo en forma de puño que sujeta un aro de cobre, a manera de picaporte. Lo coge con la mano todavía húmeda, y lo golpea con decisión, su eco no se hace esperar y suena como campanadas al viento, en el cielo cálido del atardecer, la puerta se entreabre minutos después, y asoma la cabeza una doncella vestida de montuno, con su falda estampada en flores pequeñitas de fondo rojo, y su camisola blanca pespunteada con blondas, lleva una trenza de medio lado y una flor de papo adorna su oreja opuesta.

- ¿Quién sois que a la tulivieja habeis rechazado con tanta entereza? - Le pregunta ella.

- Mi nombre es Fabián y pido audiencia a la princesa Zuleika, con la intención de desposarla.

- No podreis verla mojado como vais, pasad.

Una vez en el interior Fabián no puede dejar de contemplar la belleza del patio que hace de distribuidor al palacete, ya que más que castillo le hace recordar a una hacienda grande, rodeada de grandes murallas, está lleno de flores, desde orquídeas, hasta flores silvestres, en todos los colores del arcoiris, con las fachadas que dan a él, pintadas en un alegre color mostaza. Multitud de criados salen a su encuentro, como si de una fiesta se tratase, hace tiempo que no reciben a nadie y el rumor de que por fin sea él quien pueda desposar a Zuleika, a corrido como la pólvora, ellas visten todas el montuno con faldas de distintos colores, y ellos calzados con sus cutarras y sombreros de fibras vegetales, llevan el típico pantalón a media pierna con camisola a juego de algodón. Todos gritan y ensalzan la figura de Fabián, a quien conducen al interior de una de las salas que dan al patio y le ofrecen ropa limpia y seca para cambiarse, una doncella entra para llevarse la ropa mojada, y al coger todo el montón coge también el atillo, a lo que Fabián estira el brazo para recuperarlo. Una vez vestido con pantalón oscuro y panabrisa en color blanco, se cuelga el atillo y lo conducen a otra sala, mientras se entretiene mirando las molas que decoran las paredes, son de colores festivos, y reflejan las flores y fauna del lugar, a excepción de una de extrañas formas geométricas. Entonces por una puerta lateral, entran precedido por los cortesanos de rigor, el Señor de las tierras de Guanámana, le sigue una joven hermosa, que sin lugar a dudas debía ser Zuleika, dos doncellas ataviadas con montuno, le siguen de cerca. Zuleika y su padre se sientan en unas sillas regias de cuero repujado y grandes tachuelas de oro, que llevan grabadas el sello de las tierras de Guanámana. Los cortesanos se posicionan en los laterales.


El Señor de las tierras de Guanámana, se dispone a hablarle. - Me dicen que tu nombre es Fabián, y que has conseguido librarte de la tulivieja con vida, para solicitar desposar a mi hija Zuleika, ¿es eso cierto?.

- Sí señor, y traigo conmigo como señal de buena fe, un huevo de cristal, bueno en realidad son trozos de cristal, pues el camino hasta aquí fue accidentado.

Uno de los cortesanos se adelanta, para intervenir. - ¿Trozos?, en eso valorais a la princesa Zuleika, ¡en simples trozos!. - Su voz airada, destila envidia y celos. - Dejádme ver esos trozos.

Fabián mete la mano en el atillo y saca uno de los trozos, colocándolo con el puño cerrado, sobre la mano del cortesano, y entonces para el asombro de todos, lo que tiene en la mano no es más que un trozo de piedra vulgar.

- Éste es el valor que tienen para ti la princesa Zuleika y las tierras de Guanámana, una triste piedra.- Dice en voz alta el cortesano, mientras ostenta con la mano en alto, la vulgar piedra.

El Señor de las tierras de Guanámana, baja la cabeza apesadumbrado. Su hija se levanta de la silla, decidida y admirada por la valentía y firmeza de Fabián en todo momento, y dirigiéndose al cortesano, le dice, - al menos dejad que mire, por mí misma, la singularidad de lo rústico del regalo. - Dicho lo cual, el cortesano deja en la mano de la princesa la piedra, quien al abrirla, se ciega de la luz que irradia el diamante más perfecto que hubiera visto nunca, maravillada y sin pronunciar palabra, se dirige hacia la mola de extrañas figuras geométricas, y colocando la mano justo en el centro, pueden ver tanto ella como todos los presentes en la sala, que la forma caprichosa del centro coincide perfectamente con la del diamante que ostenta en la mano.

- ¡Sois vos, al fin!. - Exclama llena de alegría. - Es tal como me predijo la bruja del árbol barrigón, cuando me dió esta mola, sólo aquél que trajera consigo el corazón de luz de esta mola, sería el futuro Señor de las tierras de Guanámana.

Fabián aún aturdido por el giro de los acontecimientos, se acerca a ella, su belleza es aún mayor al acercarse, su piel de un suave color tostado, resalta aún más enfundada en la pollera blanca, adornada con encajes de bolillos, un lazo rojo sangre de terciopelo adorna la caída del blusón sobre sus hombros, haciendo juego con las zapatillas que son de igual color y género, sus cabellos cobrizos, enrollados entre decenas de peinetas de oro y adornadas con finas perlas montadas en tembleques, enmarcan su rostro, donde los ojos como dos gotas de miel, iluminan su semblante emocionado. Arrodillándose ante ella, le dice, - señora, a mi me dijo la bruja, que sólo aquella que me viera a través del huevo, sería mía para siempre, y vos habeis ido más allá encontrando el diamante, donde otros sólo veían un berrocal. Mi dicha será enorme si me concedeis pasar el resto de mi vida, junto a vos. Recuperando y construyendo juntos las tierras de Guanámana.

Zuleika con los ojos llenos de lágrimas, le responde. - Será un orgullo ser vuestra esposa y señora.

- No se hable más. - Levantándose de la silla el padre de Zuleika. - Que empiecen sin más demora los preparativos para el enlace y mandad los pregones necesarios, para anunciar la buena nueva.




Desde su hogar en la copa del árbol barrigón, una mujer de extraños tatuajes tribales, da de comer a los araras, en silencio, una sonrisa se dibuja en su cara, sabedora de que el amor y el entendimiento, por una vez han triunfado.




fin



Objetivo: Espero que hayais disfrutado de la historia, independientemente de que encontreis un berrocal o un diamante en bruto. Para los que disfrutais con los acertijos, este relato me ha salido más folclórico de lo que en un principio había pensado, siguiendo las pistas oportunas, llegareis a esa patria tan pequeña, tendida sobre un Istmo, en donde es más claro el cielo, y más brillante el sol... Ah!, me he permitido regresar al pasado, ya que por causas ajenas a mi voluntad, esto debió publicarse el pasado día siete, tranquilos, abróchense los cinturones que en breve, volvemos al futuro!.

Tiempo robado si has leído hasta aquí: 7:47

Tiempo robado hasta aquí, leyendo las 3 partes de golpe y sin intermedios: 1:55 + 3:43 + 7:47 = 12:45


Blogger ka! confesó...

Qué manera de iniciar este año Klept...simplemente fuí llevado hacía donde tus letras quiseron que virase..

::.Nos leemos pronto..cuando "volvamos al futuro."
Ka!  


Anonymous Anónimo confesó...

Ka!, agárrate que vienen curvas! Nos vamos al futuro... 0_o

Glassy, si es un acertijo de onomástica, y detrás del comentario que hago en objetivos, hay una insinuación clara al país de orígen de mis progenitores... ^_^

Futuro, ahí vamos!. º_º  


Publicar un comentario

© 2005-13