Relato 2/3.
El PIANO
- Abuelo, qué le haces al piano, está enfermo?
- Sí mi niña, y me temo que lo seguirá estando.
- ¿Ha sido malo?
- Bueno, no, pero en cierta forma es un castigo lo que le pasa.
- No entiendo.
- Fíjate bien en él, en su madera de caoba lustrada, en sus pedales de cobre, en sus teclas de ébano y márfil, un piano es mucho más que un mueble, donde colocar marcos de fotos y candelabros, es un instrumento capaz de transportarte a miles de emociones, sólo con un acorde de sus entrañas. Y ahora simplemente será una pieza de anticuario.
- ¿Qué es un acuario?
- ¡Ay mi niña, cómo te quiero!, he dicho an-ti-cua-rio, que son comerciantes de piezas antiguas.
- ¿Y por eso lo castigan?
- La belleza es a veces un castigo, y alguien ha decidido que quedará mejor vistiendo la pared de una tienda de ropa de diseño, que dando recitales. Eso sí, será un piano mudo hermoso. Tu tienes que conseguir que no te pase nunca lo que a este piano, no debes dejar nunca que te quiten la voz. ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo, abuelo.
Marta se despierta sobresaltada, últimamente se le repetía este sueño, nunca había conocido a su abuelo paterno, nunca había tocado el piano de pequeña, y curiosamente el piano de sus sueños era el mismo, de la tienda del barrio de Gracia donde le gustaba comprar a su mejor amiga. El sueño cambiaba, pero siempre su abuelo afinador de pianos, le hacía prometer que no se enmudeciera como el piano. ¡Qué absurdo!
Si no se daba prisa, llegaría tarde al restaurante, y hoy tenía que supervisar las frutas y hortalizas de temporada provenientes del mercado, para ver si finalmente variaría el menú, ser una de las pocas mujeres jefes de cocina, le había costado.
Le suena el móvil, es su madre. - Hola mamá, qué tal?
- Hola, recuerdas lo de esta noche, no?. Es que vienen todos, pero les he dicho que esta vez si que te podías escapar del restaurante, tienen unas ganas de verte!
- Si no te preocupes ahí estaré, hace falta que te lleve algo, aparte de las bebidas?.
- No cariño, que tu ya cocinas bastante, tráete algo de beber, que yo ya me apaño.
- Vale, luego nos vemos entonces. Chao.
- Hasta la noche, hija.
La mañana transcurre, los días de mercado eran entretenidos, entre limpiar, y preparar los diferentes aceites aromáticos y platos, sólo le daba tiempo a disponer la carta del día. Ahora tenía a la mitad de su equipo en plena faena de los menús de mediodía, para oficinistas, así que simplemente deja cuatro instrucciones a tener en cuenta con el salmón y la salsa de trufas, que era su especialidad, por si alguien lo solicitaba en el turno de la cena. Atraviesa el salón comedor, y ve que la encargada está disculpándose con una pareja, mientras retira uno de los entrantes, no puede evitar detenerse mientras se acaba de colocar el abrigo, y oír la conversación entre la encargada y el señor, con bigote, de mediana edad y bien trajeado:
- Le descontaré los entrantes, y le cambio el plato.
- Es que el foi está crudo, menudo chef tienen, y creáme que sé lo que me digo, esto está crudo.
Marta cruza una mirada con la encargada, y ella le hace un gesto con la cabeza apenas imperceptible, como diciéndole "que no vale la pena", conocen ese tipo de clientes mediocres. Marta siente cómo le hierve la sangre, y de buena gana se plantaría delante y le diría, "que su foi, no estaba crudo, estaba cocido a 140º, durante 25 minutos, ni más ni menos, y tenía el color rosado suave que debe tener, y que la miel no estaba hecha para los cerdos". Pero se quedó ahí mirando, se acabó de colocar el abrigo y se fué.
Un par de horas después, estaba en casa de su madre, con las botellas de vino de aguja, y con un helado de papaya, que había dejado preparado la noche anterior, junto con unas mil hojas con aroma de naranja para acompañar. Su madre al ver todo eso, le riñó:
- Pero cuqui, si te he dicho por teléfono que teníamos de todo, he comprado unos profiteroles, que luego calentando un poco de chocolate caliente, estarán de muerte, ya sabes que a tu padre, estos helados experimentales tuyos, le provocan gases.
- Si, bueno a lo mejor a las tías, les apetece probarlo. - Claro que le provocaban gases, como todo lo que hacía ella. - Te ayudo con el primer plato.
- Qué va!, no hace falta, recuerdas los melocotones rellenos del año pasado?, pues como gustaron tanto, he repetido, así sólo he tenido que encargar los pollos con manzanas al horno, a la tienda de la esquina, que quedaron en traérmelos en una hora.
- Te refieres a los melocotones en almíbar, rellenos con atún de lata y bañados con mayonesa Kraft? - No podía ser verdad, su madre en un alarde de originalidad, había copiado la receta de un bufete libre, al que habían asistido su padre y ella, en una excursión de esas que organizaban en el casal, y que aprovechaban para venderte un colchón de latex.
- Esos mismos!
Marta no había dicho nada el año pasado, ni ella ni sus tías, se lo comieron, y se limitaron a decir, que era ciertamente original la combinación de sabores, si se lo hubieran preguntado, Marta hubiera dicho que era lo más aberrante en mezcla de comida de lata que había visto, pero sin embargo entendió que para su madre, eso no era sólo competir con ella "la chef", sino que era ganar y sobradamente.
Marta empezó a sentir los acordes del piano en su interior, y la voz de su desconocido abuelo, repitiendo una y otra vez, "No dejes que te quiten la voz, no enmudezcas nunca!". Y de repente saca del congelador su helado de papaya, lo guarda en la nevera portátil, junto con las mil hojas con aroma de naranja, se gira hacia su madre y decidida, le dice:
- Lo siento mamá, siento que papá, no haya entendido nunca mi profesión y que no me perdone que no siguiera sus pasos, como abogada en su firma. Y más siento que tu siendo mujer no valores, lo difícil que ha sido para mí, que me reconozcan en una profesión donde reinan los hombres, y todavía te pienses que estoy jugando a las cocinitas. Me llevo mi helado de papaya para que lo disfruten las personas que actualmente me aprecian, y hacen el esfuerzo de entenderme. Ah! y esos melocotones rellenos son la cosa más horrible que he probado, más viniendo de ti que eres mi madre. A quien quiero y adoro.
- Pero Marta hija, no te puedes ir así, qué le digo yo ahora a tu padre y a tus tías?
Marta está de pie junto a la puerta con el abrigo en una mano y la nevera en la otra, mirando al suelo, cuando levanta la cara, se ven sus mejillas rosadas y sus ojos llorosos. - Diles... diles, que he ido a rescatar un piano, hasta luego mamá.
Objetivo: Breve relato inspirado libremente en Deliciosa Marta, y cuya humilde intención es recordarnos que en estas fechas, el mejor regalo es nuestra voz!. Debo confesaros que los melocotones rellenos los he probado en la realidad, y que los tuve que comer durante dos Navidades seguidas, no había soñado con el piano, todavía. Por favor, no lo prueben en sus casas. El resto de los detalles ha sido modificado, "to protect the innocents".
Tiempo robado si has (saboreado) hasta aquí: 4:57
ka! confesó...
¿Hey amiga del otro lado del mundo como estas?
Me gustó el relato, sabes? en estas fechas suelo andar medio "emo" y leer cosas como estas me transporta..
Mañana, tengo q viajar 8 horas para casa de mis padres, es divertido cuando te reciben como al hijo pródigo y todo ello. Pero no dejo de estar nervioso..
Cuidate mucho..y anticipadamente te dejo un beso y abrazo por las navidades..
315517 confesó...
Oído cocina Glassy! ^_^
Ka! Que lo pases bien y recuerda llevar kleenex para recoger las babas cuando te presenten a tu sobrinita. ^_´
Feliz Navidad a ambos y mis queridos ciberlectores anónimos. 0_o