sábado, julio 27, 2013
2:37 a. m. - Los Días de la Vergüenza.
La pintura refleja el momento en el que el "Real Carlos" y el "San Hermenegildo" de 112 cañones cada uno, acaban envueltos en llamas. Perecieron la mayoría de las tripulaciones. Grabado de T. Whitecombe.
Durante las últimas 7 semanas, y disculpen de antemano los lectores habituales por el monotema, la palabra vergüenza ha cobrado dimensiones insospechadas en mi vocabulario. Tanto es así, que he tenido que investigar un poco sobre el sentimiento y la palabra en si. Según los diversos diccionarios en red, la vergüenza se define como sustantivo, femenino, de la siguiente manera:
1.- Turbación que se siente ante los demás al cometer una falta o al hacer algo que se considera ridículo o humillante.
2.- Acción o hecho que causa indignación o rechazo.
3.- Turbación del ánimo causada por una falta cometida, una humillación recibida.
Históricamente, he tropezado con unas anécdotas harto ilustrativas sobre la vergüenza y el hecho de "vivir con ella", en concreto he leído un artículo de Antonio Atienza Peñarrocha, investigador naval, autor de numerosos estudios sobre la Marina de Guerra española durante los siglos XVIII y XIX. A continuación quiero compartir con vosotros varios extractos ilustrativos sobre su artículo homónimo, Los Días de la Vergüenza:
"Hace dos siglos los ingleses, infligieron graves pérdidas navales a España y, provocaron una de las grandes tragedias del mar: la destrucción mutua de dos grandes navíos españoles.
Tragedia en el Estrecho.
Esta versión está extraída del testimonio del capitán de fragata Francisco Vizcarrondo, segundo comandante del Real Carlos, uno de los pocos oficiales que se salvaron. Cuando el Superb atacó a la aleta de estribor del San Hermenegildo-el buque inicialmente atacado- éste, con arreglo a las órdenes recibidas, viró hacia babor y puso proa al sur; apercibiéndose de este movimiento el Real Carlos, le imitó; pero el Saint-Antoine no, con lo cual el Real Carlos, para no chocar con él, volvió a su rumbo original. Mientras los barcos españoles efectuaban estas maniobras, que les retrasaban en su andar, el Superb seguía disparándoles. A cierto punto, el San Hermenegildo avistó a la borda de estribor del Real Carlos y, tomándolo por enemigo -pues el Real Carlos debía estar rumbo al sur, y presentar por tanto la popa- ordenó a su vez virar al rumbo original, sin poder evitar el abordarle, y le disparó. De resultas del golpe se rindieron ambos trinquetes, que cayeron sobre el Real Carlos. Éste tenía un incendio importante a estribor y al darse la voz de alarma de "fuego", los oficiales de las baterías inferiores creyeron que debían disparar sobre el San Hermenegildo: de esta forma, los dos buques españoles, en medio de la confusión, las llamas y la noche, se cañonearon, mientras el Superb les rebasaba y les cortaba la T, disparando a las proas. Vizcarrondo había conseguido sofocar el incendio del palo mayor, pero comenzaron a arder los alquitranados obenques y cabuyería del trinquete, cayó el palo mayor y cuando quiso apagarlo, la tripulación, presa del pánico, pues tres cuartas partes del buque eran pasto de las llamas, lo empujó y arrastró, cayendo al mar junto con ellos. El fuego pasó también a la jarcia del viejo Meregildo, como era conocido el buque, y los dos ardieron de proa a popa, alcanzando el fuego las santabárbaras y volando ambos por los aires.
Cuando la flota de Moreno ancló en Cádiz descubrió en las aguas de la bahía, la falúa del San Hermenegildo, que, gobernada por el guardiamarina Manuel Fernández Flores, había salvado a cuarenta hombres. Fernández declaró que antes de arrojarse al agua, vió la falúa remolcada por el navío y llegó hasta ella. Él confirmó a Moreno y a Mazarredo sus sospechas: ambos buques se habían perdido. Días después, llegó Vizcarrondo: se encontró en el agua iluminada por el fuego que consumía los dos navíos y fue izado por los cabellos a una lancha del San Hermenegildo, sobrecargada por mas de treinta hombres y con las bordas a ras del agua. Se alejaron a remo, y contemplaron la explosión. Fueron recogidos por el Superb.
Balas Rojas
¿Por qué se incendiearon los dos navíos españoles? Para Fernández Flores, la causa fuerons los tacos, piezas cilíndricas de madera que servían para separar la bala del saquete de pólvora. Al disparar a corta distancia, los tacos incandescentes podían golpear e incendiar a otro navío. Vizcarrondo era de la misma opinión, pero sospechaba también que los británicos habían utilizado balas rojas, proyectiles calentados al rojo vivo, que se incrustaban e incendiaban la obra muerta. Afirmaba que estando preso en Gibraltar se enteró de que la flota británica llevaba "tacos preparados con mixtos y aún hormillos de bala roja". Ello explicaría unas "singulares explosiones" que oyó a bordo del Real Carlos.
Cuando estos rumores llegaron a Saumarez, escribió indignado a Mazarredo:
"Informado de que han circulado en España la noticia de que la destrucción de los navíos Real Carlos y San Hermenegildo en el combate del 12 de julio último fue causada por las balas rojas tiradas de los navíos de S.M. bajo mi mando. Me valgo de la presente oportunidad para contradecir en el modo más positivo y formal una noticia tan injuriosa a la humanidad caraterística de la nación británica: y para asegurar a V.E. que nada hay más distante de la verdad..."
Mazarredo le respondió que "las voces que pueden haber corrido de que el incendio de los navíos Real Carlos y San Hermenegildo la noche del 12 al 13 d e julio proviniese de uso de bala roja que se les tirase, habrán sido solo en el público ignorante, y no han tenido crédito en persona alguna ilustrada, que sabe la forma de combatir de la Marina Británica..."
Preguntas Comprometidas
Los historiadores no se han hecho varias preguntas fundamentales que determinaron esta tragedia: primero, ¿por qué el almirante francés Dumanoir no tenía dispuestos los seis navíos de línea que España le había entregado?; segundo, ¿por qué el almirante Bruix no había partido con los cinco navíos que tenía fondeados en Rochefort, cuando la operación debía ser conjunta?; tercero, ¿por qué se empeñó Durand-Linnois en llevarse el Hannibal, perdiendo dos días enteros y poniendo en peligro toda la escuadra por llevarse el trofeo?; cuarto, ¿por qué el Sant Antoine no viró como estaba convenido cuando el San Hermenegildo fue atacado? La historia la escriben los vencedores; en este caso, los británicos y en plena epopeya napoleónica, los franceses.
Todos tuvieron su porción de gloria, salvo España, que puso los barcos, los muertos y el desprestigio histórico."
¿Te has quedado con ganas de leer más sobre la batalla naval de Algeciras? ¡Todo a babor!
Objetivos: Así pues la vergüenza en femenino, se dibuja como una emoción poderosa, que desdibuja la realidad. Responde sólo si cree que persona alguna ilustrada se confunde por público ignorante. Aunque en el fondo y en la superficie, lo que mejor le viene a la vergüenza es que la ignoren. Evita cualquier tipo de pregunta comprometida, precisamente ignorando las preguntas. Y si las llamas queman las naves, habrá que saltar al agua.
También ilustrativa es la frase que me soltaron el otro día, y que viene a cuento naval:
"Por ahí anda suelta mucha gente que se creen el capitán del Titanic, muy dignos ellos, pero que en realidad son el iceberg."
Otra anécdota, ahora que veo cómo se quema mi navío y las llamas me rodean:
¿Por qué quemar los barcos?
En una batalla, los soldados se acobardan más fácilmente si ven que tienen alguna escapatoria.
Es por ello que Alejandro Magno mandó quemar los barcos en los que habían llegado a la batalla para que sus hombres supieran que sólo tenían una opción de salir con vida, que era ganando la batalla. Cualquiera que hubiese tenido la idea de escapar en los mismos barcos en los que habían llegado, vio que esa esperanza ardía y sólo les quedaba abrirse paso a través del enemigo. Así se aseguró la absoluta lealtad de sus hombres.
Esta táctica de cerrar salidas se ha seguido utilizando hasta la fecha. Por ejemplo, los famosos kamikazes, los aviones suicidas japoneses, llevaban combustible sólo para el viaje de ida, siendo escoltados hasta algo más de la mitad del recorrido. A partir de ahí, al piloto no le quedaba otra salida que seguir adelante, ya que no tenía combustible para regresar.
Tiempo dando crédito a personas, algunas ilustradas, si habéis leído hasta aquí: Lo que tardan en incendiarse dos navíos... ¡Fuego a la vista! Y olvídense de las preguntas comprometidas, ahora sólo hay que saltar al agua.