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Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

lunes, junio 24, 2013

1:18 p. m. - Sales de lágrimas para el "soldado 42".

Últimamente me paso los días limpiando las gafas. Resulta que cuando lloras con las gafas puestas, tus pestañas hacen el efecto de un parabrisas inverso al entrar en contacto con el cristal. Si están secas no pasa nada, pero mojadas... Es otra cosa. En el momento tampoco molesta mucho, se nubla la vista unos segundos, exactamente igual que si no llevaras las gafas puestas. Pero las gotas residuales que quedan en el interior del cristal, al secarse dejan unos topitos opacos. Son las sales de las lágrimas. Como si fueran una muestra de laboratorio en un porta objetos improvisado, listas para ser observadas en un microscopio. Me retiro las gafas, y como consecuencia directa de mi miopía, me acerco el cristal a topos opacos a unos centímetros de mi nariz. Enfoco. Y puedo distinguir que los topitos en cuestión, son irregulares y que su perímetro está bien definido, tanto es así, que en mi primer intento por limpiar los cristales con los bajos de  la camiseta, ya descubrí que no iba a ser fácil deshacerme de los topitos, y menos de su perímetro irregular. Desde entonces me acompañan en mi rutina diaria por casa, el limpiacristales y el papel de cocina.

Como tengo que ir pendiente de dónde los he dejado la última vez, me encuentro dando vueltas por casa, por los mismos sitios una y otra vez, como si tuviera memoria de pez. ¡Ojalá la tuviera!... En mi periplo, revolviendo la mesa, mirando bajo la cama, en la cocina, en el baño. He tropezado con un libro que habías llevado de viaje las dos veces que estuvimos en Menorca. Lo sé, no porque lo recuerde, sino porque al hojearlo ha caído al suelo lo que habías utilizado como punto de libro: el resguardo del billete de avión a Menorca con fecha 15/09/06. Recuerdo que el año pasado al volver a Menorca, también cogiste el libro contigo.

El libro ha quedado abierto en la página 196, es una edición barata de bolsillo, de páginas algo amarillentas, desprende un olor parecido al de las antiguas guías de teléfono, su tacto es áspero, como ásperas me resultan sus letras:

También era el caso del "soldado 42", quien recuerda que:

"En cuanto pudimos ver el mar pensamos que todo estaba bien. Al ver los barcos en el puerto me sentí como un hombre nuevo. ¿De qué está hecho el hombre para poder resistir todo lo que pasamos? ¿Cómo es capaz de afrontar tan inexplicable fortuna? Estas y otras reflexiones se agolparon entonces en mi mente mientras contemplaba el gran mar salado. Habíamos luchado para alcanzarlo y ahora su erizada superficie despertaba nuestro regocijo. Estando en el colegio había leído que los hombres de Aníbal, avanzaron movidos por la idea de dejar el mar tras de sí, pues pensaban que al retornar a él perecerían en forma inevitable. Pues bien, nosotros avanzábamos movidos por la impresión de que si lográbamos darle alcance nuestra salvación estaba asegurada...".

La Marcha de la Muerte. La retirada a La Coruña de Sir John Moore, 1808-1809. 

Por: Christopher Summerville.



Objetivos: ¿Por qué te esforzabas en hacerme creer que todo estaba bien mientras mirábamos al mar? Haciendo planes. Disfrutando de los océanos que habíamos navegado juntos y diciendo siempre en voz alta: "¡Somos afortunados!" Observando el mar que nos rodea, descubro que vivíamos en un estado contínuo de calma chicha, y al no ver indicios de oleaje ni de tormenta, has decidido provocarlos tú mismo. En un acto meramente egoísta y nada justificado. ¿Tal vez has dejado de ser un soldado raso y el creerte un general te ha dado un ímpetu insospechado, incluso para ti? ¿Si hubieras seguido siendo el "soldado 42", también hubieras provocado una tormenta?



 Foto: Hecha por servidora a la superluna que hemos tenido en Barcelona la víspera de la noche de San Juan.




Ahora estoy sola contemplando el mar desde la terraza, desde donde habíamos hecho mil planes, realizado mil manualidades, mil de todo. Distingo un topo enorme justo en el medio de la visión, me quito las gafas. Están limpias. Levanto nuevamente los ojos hacia el horizonte. Reinando sobre el mar se encuentra la superluna de San Juan sobre un cielo de postal ochentera, adivino el tono rosa por debajo del vainilla, anunciando el crepúsculo inminente. Y a vosotros los incrédulos puedo aseguraros que la superluna me ha susurrado al oído que todo estará bien, que siga intentando alcanzar el mar que en él está mi salvación asegurada.

Tiempo limpiando topos opacos si has leído hasta aquí: Hoy hace exactamente un mes y un día.


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