Foto: Tomada de la cubierta del libro, A Woman Scorned, de Lisa Pulitzer.
Me gustan tus dedos de los pies, son grandes y fuertes, creo que nunca te lo dije, me gusta que después de pasar todo el día en las caballerizas con las botas, entres en casa, con esa sonrisa tuya que me desmonta y que me pidas un masaje en los pies después de la ducha. Pero últimamente daba la impresión de que te molestaba que te tocara, crees que no me daba cuenta de que preferías meterte directamente en tu habitación después de salir del baño, lo que pasa es que hacía ver que no me importaba, y que prefería darle de comer a los gatitos y luego a los perros y no verte ni siquiera para cenar, quedarme sola esperando con la tele como única compañía en la cocina. Bob, ya sé que odiabas que te llamara así, pero ahora ya no puedes quejarte. Bob dime, ¿qué te gustaba de mí? ¡Dímelo! Claro, no puedes contestarme porque es de mala educación hablar con la boca llena. Olvidaba que estás desayunando. ¡La comida más importante del día! Tú siempre recordándome los buenos modales, no te preocupes ya contesto yo por ti, mi dinero era lo que más te gustaba, y que te hubiera hecho capitán del equipo de Ashland. ¡Ah, pero ya no me necesitabas! El cónsul de Argentina te ha llamado y ya no necesitas a Susanita. Susanita… yo también odiaba que me llamaras así, bueno, al principio no, me gustaba sentirme como protegida, por el hombre más deseado del club.
A veces imagino cómo hubiera sido mi vida si yo fuera Diana, es que hasta tuvo suerte la jodida con el nombre, ¡no me ignores cuando te hablo!, sí he dicho otro taco, qué pasa… Diaaana. En el internado le llamaban Lady D, ¿sabes? Rubia con el pelo corto y guapa. Mamá siempre nos miraba con cariño disimulado cuando nos preguntaba medio en broma, medio en serio, ¿cómo podíamos ser mellizas y ser tan diferentes? Yo siempre me quedaba con la sensación de que esperaba una respuesta, pero precisamente porque somos mellizas SOMOS diferentes, tal vez debí haber sido un chico, no sé. ¿Tú qué crees Bob? Seguro que también hubieras preferido que yo fuera Diana en más de una ocasión.
En cambio papá siempre me decía que fuera más de lo que aparentaba. Se preocupó siempre de que bajo mi apariencia frágil, fuera capaz de defenderme por mí misma, fue él quien me regaló esta Magnum 357, creo que en el fondo nunca me han gustado las armas, quiero decir, no tanto como a él, pero no se me dan mal. Creo que has podido comprobarlo, ¿no? Sí ya sé, que estás desayunando y que no me estás prestando atención, que prefieres incluso ojear esa estúpida revista antes que hablar conmigo. Pero anoche bien que hablabas con Justin Cali, como el padre perfecto que te crees, prometiéndole muchas Navidades juntos a partir de ahora, y que pronto le compensarías el tiempo perdido, y luego cuando te pasó a Margaret, no disimulaste ese tonito que usas, cuando te interesa. Maggie… pero cómo te puede parecer sexy una chica con nombre de salsa de tomate, mira seguro que sólo sirve para eso, para bailar salsa, ¿fue así como te conquistó Bob, bailando en el club?
El club… casi que me imagino a Betsy, con esa cara de "no doy crédito", mientras sorbe su taza de té con la leche aparte, si no fuéramos amigas desde hace tiempo, diría que tiene una capacidad de asombro infinita, todo lo que sale de su normalidad, la deja perpleja. Sinceramente Bob, no creo que nadie, ni siquiera ella se atreva a volver a decirme que tú y yo somos como una versión moderna de la Cenicienta, pero al revés. ¿Qué versión crees que seremos ahora? Ashland, cenizas a las cenizas…
¡¿Cómo has podido decirme que te ibas?!, con todo lo que te he dado. ¿Cómo podías pretender abandonar nuestro mundo? Aquí lo tenías todo, eras el rey de los petiseros, mi rey, ¿no era eso suficiente? Incluso te dije que estaba dispuesta a tener un niño si eso te hacía feliz, y que ya hablaría con papá para que entendiera que en lugar de llamarse Samuel, como digno sucesor suyo, se llamaría como algún jugador de polo famoso que a ti te gustara. Después de lo que ha hecho papá por ti, pero él con tal de verme feliz aceptó siempre que estuvieras aquí en casa conmigo sin habernos casado, como hubiera preferido mamá, o como hubiera hecho la buena de Diana, sin importarle tus orígenes. Tenía que aguantarme que me recordara el internado en Suiza, sus expectativas, pero quería verme feliz. Y me sales con esas… “El cónsul me ha llamado para que sea el capitán del equipo de polo de la selección argentina”. ¿Quién coño es ese? ¿No era suficientemente bueno el equipo de Ashland? Todo un equipo para ti, para tu lucimiento.
La semana pasada fui a la oficina del sherif, son un poco ineptos, después de hacerme esperar, conseguí que me tomara declaración un sargento, y fue difícil porque parecieron no entender lo que les quería explicar, querían acompañarme y todo de regreso a casa, después se quejan del sistema y que funciona como funciona, no me extraña una mierda, me perdonarás si suelto otro taco, ¡pero para eso estoy en mi casa, joooder!, que si una señorita no se debe expresar así, tatatín-tatatán y toda esa cantinela que me sueltas a la mínima de cambio, de lo que deben y no deben hacer las niñas bien, esas que nunca conociste en Argentina y que aquí te toleraban como animal exótico. Sí en esos términos hablaban de ti, como un espécimen exótico y fuerte, el petisero convertido en semental de lujo. ¿Crees que alguna te hubiera llevado a casa para convertirte en algo más que en el amante de turno, como hice yo? ¡Ja!, ni de coña, ya te lo digo yo, los accesorios son eso, accesorios que se usan por temporada y luego se desechan. En cambio, yo supe ver cómo tratabas a los caballos, tu conexión con ellos.
Espero que al menos hayan archivado como es debido la declaración que hice, tengo aquí en un papel el nombre del sargento, ahora cuando llame, debo recordar mencionarle, y que no se me olvide lo que me ha dicho papá, también debo mencionar a Blair, mi abogado. Seguro que lo recuerdas Bob, es ese que vino a traerme el acuerdo prenupcial, ¡qué tonta!, realmente pensé que llegaríamos a casarnos.
Esto me duele más a mí que a ti, arghhh, ¿crees que con tres cortes en el brazo serán suficientes Bob?, no te preocupes ahora te paso el cuchillo a ti. Son casi las nueve, debo llamar, sólo deseaba que me pidieras perdón… ¡Tan difícil era eso!, debo serenarme, tengo que hacer esa llamada, no te levantes, no hace falta, desde ahí podrás oír todo lo que digo y podrás corregirme como haces siempre, bueno es un decir, tú ya me entiendes Bob… No te digo que son unos ineptos ya ha sonado un tono y todavía no me contestan, en el nueve uno uno.
- "Ah si... necesito... necesito informar... un hombre ha sido disparado y está muerto… en Ashland Farm - 8714 Holtzclaw Road y hablé hace una semana con el Sargento Healy y... él conoce al hombre… Roberto Villegas… ha intentado matarme… Tengo un arma, sí… Tengo que hablar con mi abogado, ha sido en defensa propia."
Objetivos: Y la filológa metida a profesora de cursos de narrativa nos miró y dijo, quiero un monólogo-soliloquio, tema: viuda velando a su marido, estilo Cinco horas con Mario, para el próximo martes. Y kleptØ ni corta ni perezosa, dejó pasar toda la semana, precisamente porque tenía "toda una semana por delante", y el lunes a última hora vomitó esta versión libre e imaginaria de los supuestos minutos a solas con Roberto y previos a la llamada de Susan a la policía para informar de que había un hombre muerto en Ashland Farm.
Roberto Villegas, fue asesinado por Susan Cummings, la heredera de una enorme fortuna, el 7 de setiembre de 1997.
Durante el juicio que tuvo lugar tras el asesinato, el abogado defensor de Cummings argumentó que la mujer actuó en defensa propia, ya que el polista había abusado físicamente de ella y la atacó con un cuchillo. La mujer mostró heridas en uno de sus brazos.
Los médicos forenses pudieron establecer sin embargo, que Cummings disparó contra Roberto, el padre del pequeño Justin, mientras él tomaba su desayuno en la cocina de la casa. Dijeron que las cortaduras que Cummings tenían en su brazo derecho habían sido autoinflijidas. Consecuentemente, un jurado determinó que Cummings era culpable. Lo extraño del caso es que en vez de condenar a Cummings a 10 años de prisión, el juez sólo le dio 60 días.
Existe un libro escrito sobre el caso, A Woman Scorned, escrito por Lisa Pulitzer.
Tiempo robado (cumplido por Susan) si has leído hasta aquí: 51 días por buena conducta.