7:23 p. m. - Indemne
Indemne... como no veo señales en cada cosa que me pasa, no pensé que fuera de ninguna manera premonitorio que mi sitio favorito para comer al mediodía, hoy estuviera a reventar, y me viera obligada a compartir mesa con extraña que se mostró incómoda y marchó a los pocos minutos. No.
Indemne... que ayer en la primera clase de italiano para principiantes, a falta de poder seguir de momento con "mein viel Fish Deutsch" por falta de convocatorias, no encontrara a mis recién estrenadas acompañantes de fin de semana de pacto, porque se han dado de baja sin comentármelo ni de manera verbal o escrita, cosa que no me extrañó lo más mínimo, sino que fue casi un alivio. No.
Indemne... que cuando ayer por la mañana me dijeron en reuníon plenaria que "nada cambiaba y que es más ampliaban mis funciones", no sospechara nada y encima no tuviera presente la ley de Murphy. No.
Indemne... aunque me hayan recortado las vistas que era de lo mejor que tenía (siempre lo dijimos), aunque mi ángulo de visión se haya visto restringido, a pesar de estar bajo otro timonel. Sí.
Indemne... es una manera de hablar, y que recomiendo fervorosamente, ya que una vez dicha y escrita, es una forma de aceptar los hechos, aunque por dentro se te retuerza el alma y te la empuje hasta la sien, achinando los ojos de rabia, sonrosando la nariz y los mofletes de la impotencia contenida. Indemne.
Objetivos: Obligada y actualizadísima segunda parte del blog anterior "La lista". Porque como me ha dicho el compañero más objetivo, "no sobreviven los más fuertes, sino los que se adaptan", y no menos importante, "no debes cerrar tú misma las alternativas". Y no me jodas, encima tengo que agradecer que estoy indemne, ¿hay algo más irónico que la vida misma?
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Toda una noche durmiendo sin descansar, soñando sin recordar...
8:04 p. m. - Valeria
Todavía recuerdo divertida que el día de autos, me encontré al e.s. (enlace sindical) en el ascensor con cara de cromo, apesadumbrado, mirando al suelo. Siempre pienso que es incómodo ir en el ascensor con compañeros de trabajo en silencio, así que muy socorridamente comenté: “ya queda menos”. Tornó su cara hacia mi contrariado y confuso, gesto que yo interpreté erróneamente como supe después y continué: “… para el fin de semana, hoy es jueves”. Me miró aliviado, todo lo aliviado que puede mirarte un e.s. vendido, quien respondió: “¡ah, sí…!”, mientras se aferraba al casco de moto que sujetaba con ambas manos, reposando sobre su cadera, se hubiera aferrado igual si hubiera sido un ancla.
Aquella tarde de autos, después del discurso contemplativo y de carácter obligatorio por nuestros directivos, con el e.s. como extra en su mejor caracterización de ojos húmedos y mirando al suelo en lo que se suele decir, un punto fijo. Me dirigí al Starbucks, donde estaba a punto de escuchar una conversación que iba a sostener el e.z. (encargado de zona) con el e.t. (encargado de la tienda) a dos mesas de distancia de donde me hallaba, contemplando ese mar con aspecto de tele de los años setenta en technicolor, gracias a los efectos de los grandes ventanales. Mientras pensaba que la conversación era de lo más trivial y que no tenía nada que ver conmigo, más prestaba atención:
e.z.: Quiero que esto que te voy a decir quede entre nosotros.
e.t.: Sí, claro por supuesto.
e.z.: He quedado con Valeria el martes, en principio es el día que queda con el novio, pero como es la única tarde que tiene libre, aprovecharemos para vernos, porque no quiere que hablemos en la tienda.
e.t.: ¿Has hablado con ella? ¿Cómo le va en la tienda?
e.z.: Pues no muy bien, me dijo que ya no aguanta más, por eso me ha llamado, la noté un poco floja. Pero a mí me interesa que se quede ahí, trabaja súper bien, por eso la cambié de tienda.
e.t.: Es que es una tía súper legal, lo dejaba todo impecable, salúdala de mi parte.
Una semana después del día de autos, el e.s. se está repartiendo el espacio vacío que han dejado los compañeros despedidos junto con J., lo importante de mencionar a J. es que aproximadamente un mes después del día de autos, él y yo mantuvimos una conversación, donde me hizo sentir Valeria y el pareció encarnar a la perfección al e.z., salvando la diferencia de edad y el entorno laboral, las palabras fueron las mismas, el tono, los gestos.
Mi siguiente recuerdo tras la conversación con J., es del fin de semana mientras veía el capítulo dominical de Poirot,
Certero sospechoso: Lamento no poder ayudarle, Messieur Poirot.
Messieur Poirot: Todos tenemos falsas esperanzas.
Objetivos: Tengo miedo… y si yo no soy Valeria. Pero, que quede entre nosotros.
Entender como día de autos el blog anterior: “La lista”