Oteando llevo varios días y varias noches sin descanso, a ciencia cierta se que es la única manera de conseguir mi objetivo, me entretengo cambiando de postura entre las rocas, es la mejor manera de pasar desapercibida, estiro las aletas de vez en cuando para evitar entumecerme, juego con los cangrejos que parecen no acostumbrarse a mi presencia, he conseguido juntar varias petxines* que casi hacen las mismas aguas asimétricas que van desde el mostaza, pasando por el marrón hasta el rojo coral, y hay una que ya se ha hecho mi favorita tiene un puntito dorado que resalta sobre el blanco nácar, un puntito apenas perceptible pero que marca la diferencia. No tardo en encontrar la manera de añadirla de forma que resalte en el cinturón que cubre mi cadera, donde van atados tanto mis tesoros más preciados como mis herramientas de supervivencia, así se mezclan los atillos de redes marinas, el cuchillo de dulce filo, y los colmillos de tiburón, entre trozos de coral muerto, fósiles de caballitos de mar, y un perfumero que más parece una joya que una minúscula botella, justo al lado de ésta última cuelga ahora la petxina del caprichoso punto dorado. En esas estoy cuando noto un murmullo... son ellos, no cabe duda.
Me dispongo a interceptarlos se que es peligroso, que muchos han merecido indescriptibles castigos por atreverse sólo a acercarse, pero el miedo no me repele sino que me empuja hacia ellos, ahora no sólo los oigo, también les veo, sus pectorales aparecen y desaparecen sumergiéndose entre las olas de manera sincronizada, para un mortal a simple vista pasarían por nadadores de competición, pero al acercarse comprobarían horrorizados que sus orejas han sido sustituídas por orificios como los ofidios y unas membranas paralelas les sirven para respirar, unas finas escamas cubren sus codos que justo antes de llegar a la muñeca se han transformado en aletas dorsales aerodinámicas, sus ojos antes humanos son ahora índigos y fríos como el hielo, y sus piernas han dado paso a una potente extremidad enroscada similar a la de los caballitos de mar, son fieles sirvientes de Neptuno, pero todos sabemos que son llamados a sus filas por un desamor. Es por ello que son crueles y mezquinos, hasta cuando juegan o perdonan.
Uno de ellos me ha visto y ahora se dirige hacia mi, me detengo y me mantengo a flote haciendo círculos con los brazos. Cuando se encuentra apenas a un metro de distancia, me habla, su voz suena grave y melódica a la vez, si un humano hubiera estado cerca hubiera escuchado el mismo ruido que hacen las olas al romper en las rocas, con ecos diversos sin entender una palabra. Se sorprende cuando ve que le contesto en su mismo idioma, y más aún cuando comprueba que soy un híbrido y que mi transformación no es completa. Me ofrece unas medusas alucinógenas, se que no debo negarme pero aún así, giro mi cabeza de lado a lado para decirle que no. Sus ojos se tiñen de rojo y se acerca lo suficiente para que note su aliento salado, es entonces cuando me recuerda lo inferior que soy y que debería dar gracias de que no utilice conmigo sus famosas medusas tigre en lugar de ofrecerme las alucinógenas, mientras empuña el pez espada que lleva anudado al cinto. Estando así a sólo un centímetro de su boca, empiezo a susurrarle a manera de súplica que estoy ahí porque necesito pagar el rescate que me exigen los gigantes blancos que tienen secuestrada a Schere, y no le permiten volver al mar, a nuestro hogar. Noto cómo baja su mirada por mi pecho, por mi vientre y cómo recuperan sus ojos su color índigo frío cuando descubre mi petxina de punto dorado. Su mano autoritaria se posa sobre ella y de un tirón me la arranca, yo cierro los ojos porque el miedo que hasta ese momento era latente ahora bombea de manera súbita. Noto su mano fría en mi nuca y sobresaltada vuelvo a abrir los ojos, sus labios se acercan a mi oreja y en una cantinela marina puedo entender cómo me dice que soy bella para pedir favores por otros, pero que eso no quiere decir que se me concedan, y que sólo el propio mar puede devolver a los suyos a sus orígenes, al acabar de decir esto me suelta y se aleja, primero galopando se reúne con su compañero que ha estado observando en todo momento, para posteriormente perderse ambos entre las olas.
La desolación me invade cuando veo que se alejan y no he conseguido nada, reconozco que debería estar contenta por el mero hecho de haber sobrevivido, de poder explicar que no son tan crueles como se dice, y recuerdo sus palabras como si fueran notas en pentagramas, que primero parecen todas redondas y luego te percatas de que pueden ser corcheas, fusas o semifusas. Y entonces caigo y lo veo todo claro, “...sólo el propio mar puede devolver a los suyos a sus orígenes...”
Vuelvo todo lo rápido que me permiten mis aletas de híbrido hasta las rocas, ahí encuentro haciendo un intermedio entre pesca y pesca a un albatros a quien le está incordiando una gaviota. Los dos paran de pelearse solo verme, ocasión que aprovecho para preguntarles quién de los dos podría hacerme de mensajero, que la vida de uno de los nuestros depende de ello. El albatros ofendido me dice que él es un gran pescador y no un mensajero, que eso se lo diga directamente al ave carroñera de pico naranja que tiene al lado, dicho lo cual, emprende el vuelo para zambullirse a unos metros cual ágil torpedo. La gaviota me dice que no tiene problema en hacer llegar el mensaje que me costará dos peces de roca y un caballito de mar de los que me cuelgan en el cinturón, yo accedo y le hago entrega del perfumero junto con una nota, en la que se puede leer, “A entregar entre los gigantes blancos del madroño, a la que no tiene lengua sino ojos”.
Un día después Schere lo recibe y puede leer:
"Mira que se lo he dicho, sólo ver a los mensajeros del todopoderoso Neptuno, no sé cuánto tiempo más aguantará sin ver las olas remolonas, sin oler la salitre evaporada en su piel, sin ver el infinito del horizonte, pero ellos se han reído de mí, me han recordado mi posición de pobre mortal, y se han marchado galopando primero entre las olas, para sumergirse a metros de mí. Sabes que estoy intentando recuperar el tiempo perdido, pero mis aletas torpes de sirena de sofá, no responden, y me ha sido imposible seguirles, y entonces se me ha ocurrido traértelo, cógelo no tengas miedo, ya sé que parece un simple perfumero, pero en su interior se baña un trocito de océano que te he traído para que inhales en noches de insomnio, y Neptuno al notar tu aliento, te traiga de manera pronta junto a él."
Tres días más tarde, yo recibiría esta nota proveniente de la que habita entre los gigantes blancos:
"Los mensajeros de Neptuno, sin llegar a ser dioses, sin pasar de meros espíritus, siguen careciendo de esa cosa tan humana que es la piedad. Por eso les da igual lo que tú les ruegues o lo que yo les pida en voz bajita.
Pero mira, yo al menos no les necesito: alguien me ha traído el mar encerrado en un perfumero (para determinadas cosas, la parte, por pequeñísima que sea, es exactamente igual al todo): el frasco está húmedo por fuera, y cuando lo cojo (con perdón) el olor del salitre se me queda en las yemas de los dedos.
El resto, imaginarse el fondo marino, las piedrecitas, los cangrejillos transparentes y las algas, es fácil."
Schere
Una sonrisa de complicidad se dibuja en mi faz, que me llevará días borrar.
Objetivos: Relato inspirado en los e-mails espontáneos que nos enviamos hace unas semanas Schere y yo, a raíz de haber leído el suyo sobre los gigantes blancos y cuyos trozos he reproducido íntegramente en las notas que podéis leer en letra cursiva, (besos wapa). Para los mensajeros de Neptuno he recuperado los personajes que creé en el relato de A los pies del faro.
Foto: Servidora fotografiada por quien es más que mi amigo "maf", el año pasado en nuestro rincón favorito del Maresme (clickad en "ver situación geográfica").
*Petxines: plural del catalán petxina, que significa concha de mar.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Seis minutos seis segundos
confesó...
¡Bravo!, qué hermoso relato de sirenas y tritones.
¿Fantasía, relidad?, no importa me hizo soñar.
...Basta ya le dijo el cuervo a Noé, lo de emisario está por ver, no soy tu esclavo soy mi rey, manda palomas, que yo no he de volver...
La actitud del albatros me recordó ese fragmento de una canción de Miguel Bosé.
Saludos marinos.
El Zórpilo.
confesó...
Inventaremos el mar en Madrid para la lengua de Schere. Sólo necesitamos que abra mucho los ojos.
No se precisan ingenieros
DesiTur confesó...
Sorpresa tras sorpresa, la última y la más apabullante es encontrar a Lizard en estos pagos (¿no te dije yo un día que tenía muuuucho que ver con lagartos, Klepto querida?).
Hermosísimo relato; según iba leyendo, según la sonrisa se iba haciendo más grande, recordaba los mails, y se iba formando en mi cabeza la decisión de hacer un post limitándome a copipegarlos; luego enlazaría a esta maravilla. ¡Pero veo que ya lo has hecho tú todo! :)
Intentaré estar a la altura, no de tu imaginación (no se puede) sino del regalo.
Gracias. Gracias. Gracias. Gracias.
Con la sonrisa puesta me marcho.
(Lizard, creo que más bien sería "inventaremos el mar en Madrid para los ojos de Schere. Sólo necesitamos que abra mucho la boca" :))) )
confesó...
(Finalmente, no pude evitarlo.)
confesó...
Zórpilo tengo auténtica debilidad por las sirenas, tritones y demás fauna marina.
No recordaba la canción de Miguel Bosé, pero sin duda, en más de una ocasión sale el "albatros" que llevamos dentro y recordamos a la plebe de alrededor que no somos esclavos sino reyes. ^_´
Lizard ante todo gracias por haberte dejado robar unos minutillos y regalármelos en forma de mensaje.
Totalmente de acuerdo para eso no se precisan ingenieros, con una buena compañía basta. ^_´
Schere, qué te puedo decir... ya te dije que soy simple y que esa frase tuya de no tener lengua sino ojos me había calado.
Vengo de ver ahora mismito tu blog... GRACIAS TOTALES a ti porque la inspiración también puede contagiarse. Ö_Ö
ka! confesó...
Se necesita pues amiga..gente con tu talento mi ladrona amiga para amalgamar la fantasía, la realidad y las epístolas en un mísmo producto y sentirse como si fuese en primera persona...
Lo disfruté..tu sabes que por más de un motivo...becho! vanilla pues!
Mike confesó...
Solo puedo decir algo... HERMOSO.
Clementine confesó...
Ahora mismo tengo una necesidad imperiosa de ir corriendo a la playa más lejana (por aquello de que las más cercanas tienden a estar llenas de pura mierda) y zambullirme sin más en el agua. Y hacerme la muerta y flotaaaar.....
Es tan bonito tu relato que me hace añorar algo que tengo muy cerquita...
Besooooss!
confesó...
Ka! si hay otra persona capaz de vivir ésta historia en primera persona, esa eres TU. ^_´
Bechos vainilla! Ö_Ö
Mike ya sabes que tienes ganado mi ego, de todas todas. ^_´
Un abrazo domoníaco a poder ser! ª_ª
Clementine verdad que se puede añorar lo que se tiene cerca?
Pues a flotar moribundas por siempre más! (A ver si piso la playa ya este año... no por falta de ganas te lo aseguro) Ö_Ö