Imágenes: Están realizadas por maf con una máquina sumergible desechable, en esta primera imagen podéis ver a kleptØpez.
En los oídos siento el ruido embotellado de mi respiración burbujeante, a la vez que se me disparan como compuertas paralelas al compensar los metros de profundidad, floto en el medio de una nada densa y transparente que es el mar, sus habitantes más sabios que yo por no tener ni querer invadir mi espacio terrestre, me miran curiosos y huyen con una agilidad totalmente opuesta a la torpeza con la que yo me muevo como si estuviera descubriendo la luna y no el lecho del mar. Un lecho arenoso, que oculta formas de vida que se mueven a mi paso en diversas direcciones y a las cuales apenas doy seguimiento cuando ya distan a dos metros de mí.
Él me mira y con las señas previamente establecidas en superficie me pregunta si estoy bien, le digo que sí, me pregunta por mis oídos, y le contesto que perfectamente, me pregunta cuánto aire me queda, me palpo la cintura hasta topar con el manómetro y le digo que me quedan 80, me hace la señal de OK y se gira no sin antes hacerme la señal de que le siga, es justo en ese momento cuando noto como la garganta me arde y me rasca por dentro, incluyendo la cavidad aérea de mis oídos, los síntomas son inconfundibles, tengo una sed de mil demonios y pienso que no conozco ninguna señal para ello, descarto la posibilidad de quitarme la primera etapa de mi regulador por improcedente, él se vuelve a girar sobre su cintura sin cambiar de dirección para asegurarse de que le sigo, me indica que estamos a 21 mts de profundidad que acaba con la señal de OK, y le miento diciendo que todo OK.
Delante una pared de roca se perfila como el fin del lecho arenoso hasta donde yo lo conozco de momento, la densidad del agua pasa de ser un gris marengo a un azul Prusia infinito y oscuro, su oscuridad me atrae, y me impulso hacia él con mis dos piernas al unísono y arqueando la parte baja de mi espalda, de repente creo tener una cola sustituyendo mis piernas, el estar rodeada de agua hace que la sensación de sed sea horrible, tortuosa e insoportable, pero no me impide abalanzarme al borde del gran azul, en ese momento no me importan ni me impresionan identificar a escasos metros de mí las siluetas de un tiburón angelote, ni de un mero que realmente me parece enorme y más feo que el tiburón, con ojos pedigüeños como los de mi perro cuando quiere un premio, y de repente el silencio acompasado por mi lento latir se hace patente, me encuentro en medio del azul Prusia, miro abajo y apenas adivino el fondo, miro hacia arriba y un atisbo de luz distorsionada me dice que ha dejado de llover en la superficie y que ha salido el sol a metros sobre mí, miro al más allá y el infinito azul me abraza, recorro la pared a cámara lenta, apenas aleteo, y sus habitantes salen a saludarme, ya no huyen, los colores y los estampados son fascinantes, una estrella de mar delgaducha me saluda entre erizos de punchas finas y largas como stilettos, la sed me abandona y yo me abandono al azul.
Él se coloca a mi lado y me hace la señal de OK y acto seguido la señal de que le siga, con un puño delante y el otro detrás, no puedo evitar reírme a gorgojitos, porque me recuerda al gesto de Superman justo antes de echar a volar, y en serio que no hay nada más dispar que hacer de Superman a 21 mts de profundidad… te explico todo esto porque ahora vuelvo a sentir una sed que me quema por dentro y que baja hasta mis muslos, no me reconforta saberme rodeada de otras aguas que puedan saciarla, ya que lo que deseo ahora más que nunca es volver a sumergirme en ti para abandonarme a tu gran azul.
Objetivos: El mes de noviembre ha sido generoso conmigo, cumpliendo dos deseos confesos (¡cumplido el punto nº2!), el problema de haber saciado la sed radica en que no se puede evitar hacerse adicto a la fuente… Escrito deseando volver a sufrir los efectos de la narcosis.
Tiempo (de inmersión) si has leído hasta aquí: 3:09
En los oídos siento el ruido embotellado de mi respiración burbujeante, a la vez que se me disparan como compuertas paralelas al compensar los metros de profundidad, floto en el medio de una nada densa y transparente que es el mar, sus habitantes más sabios que yo por no tener ni querer invadir mi espacio terrestre, me miran curiosos y huyen con una agilidad totalmente opuesta a la torpeza con la que yo me muevo como si estuviera descubriendo la luna y no el lecho del mar. Un lecho arenoso, que oculta formas de vida que se mueven a mi paso en diversas direcciones y a las cuales apenas doy seguimiento cuando ya distan a dos metros de mí.
Él me mira y con las señas previamente establecidas en superficie me pregunta si estoy bien, le digo que sí, me pregunta por mis oídos, y le contesto que perfectamente, me pregunta cuánto aire me queda, me palpo la cintura hasta topar con el manómetro y le digo que me quedan 80, me hace la señal de OK y se gira no sin antes hacerme la señal de que le siga, es justo en ese momento cuando noto como la garganta me arde y me rasca por dentro, incluyendo la cavidad aérea de mis oídos, los síntomas son inconfundibles, tengo una sed de mil demonios y pienso que no conozco ninguna señal para ello, descarto la posibilidad de quitarme la primera etapa de mi regulador por improcedente, él se vuelve a girar sobre su cintura sin cambiar de dirección para asegurarse de que le sigo, me indica que estamos a 21 mts de profundidad que acaba con la señal de OK, y le miento diciendo que todo OK.
Delante una pared de roca se perfila como el fin del lecho arenoso hasta donde yo lo conozco de momento, la densidad del agua pasa de ser un gris marengo a un azul Prusia infinito y oscuro, su oscuridad me atrae, y me impulso hacia él con mis dos piernas al unísono y arqueando la parte baja de mi espalda, de repente creo tener una cola sustituyendo mis piernas, el estar rodeada de agua hace que la sensación de sed sea horrible, tortuosa e insoportable, pero no me impide abalanzarme al borde del gran azul, en ese momento no me importan ni me impresionan identificar a escasos metros de mí las siluetas de un tiburón angelote, ni de un mero que realmente me parece enorme y más feo que el tiburón, con ojos pedigüeños como los de mi perro cuando quiere un premio, y de repente el silencio acompasado por mi lento latir se hace patente, me encuentro en medio del azul Prusia, miro abajo y apenas adivino el fondo, miro hacia arriba y un atisbo de luz distorsionada me dice que ha dejado de llover en la superficie y que ha salido el sol a metros sobre mí, miro al más allá y el infinito azul me abraza, recorro la pared a cámara lenta, apenas aleteo, y sus habitantes salen a saludarme, ya no huyen, los colores y los estampados son fascinantes, una estrella de mar delgaducha me saluda entre erizos de punchas finas y largas como stilettos, la sed me abandona y yo me abandono al azul.
Él se coloca a mi lado y me hace la señal de OK y acto seguido la señal de que le siga, con un puño delante y el otro detrás, no puedo evitar reírme a gorgojitos, porque me recuerda al gesto de Superman justo antes de echar a volar, y en serio que no hay nada más dispar que hacer de Superman a 21 mts de profundidad… te explico todo esto porque ahora vuelvo a sentir una sed que me quema por dentro y que baja hasta mis muslos, no me reconforta saberme rodeada de otras aguas que puedan saciarla, ya que lo que deseo ahora más que nunca es volver a sumergirme en ti para abandonarme a tu gran azul.
Objetivos: El mes de noviembre ha sido generoso conmigo, cumpliendo dos deseos confesos (¡cumplido el punto nº2!), el problema de haber saciado la sed radica en que no se puede evitar hacerse adicto a la fuente… Escrito deseando volver a sufrir los efectos de la narcosis.
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