Los días pasan y recuperan aquella sensación de ser "todos iguales", el calendario pierde su importancia vital de señalar los días de la semana, los meses, las estaciones. Todo se basa en asomar la cabeza por la ventana y si hace bueno, decidir o no tomar el té matutino en la terraza.
El tiempo fluye primero lento y anodino, para luego pasar rápido y tenaz en cuanto se propone hacer un par de cosas al día, de esas que siempre quieres hacer y "nunca" puedes. Para acabar haciendo media cosa y dejar la otra para el día siguiente o tal vez, para la semana siguiente.
Consulta el e-mail por enésima vez en una hora, para descubrir que sus e-mails personales varían en un plazo de tiempo no superior a las 24h, cosa que ya venía sospechando. Pero en ese momento su pantalla hace un amago de "refresh", y aparece su e-mail. Le adjunta un cuento, quiere que ella lo lea, se disculpa porque son algo más de cuarenta páginas. Pero le recuerda que su opinión es muy importante.
Devora literalmente el cuento en algo menos de veinte minutos, no puede esperar a reunirse con ella el fin de semana, para comentarle lo que le ha parecido y algunas ideas para redondearlo y que la extensión del mismo pueda llegar a la cincuentena de páginas.
El fin de semana llega, lo comentan, animadas las dos, ella le acerca su ordenador personal y le deja leer otro cuento que tiene a medias, bueno en realidad acaba de empezarlo y entoces sucede... le recuerda que ella también había escrito sobre esos mundos, que esos seres ya le habían embrujado y arrastrado con ella. Le dice espera creo que está colgado todavía en la red, lo buscan y lo leen juntas, ella tiene que desviar la mirada porque su cuerpo se estremece al releerse, al recordar, al volver a imaginar... necesita volver a escribir.
Objetivos: Escribir, escribir, escribir... y que me parta un rayo, si no lo hago. Vuestras mercedes saben que "escribo" en serio.
Gracias por dejarme leer tus cuentos.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Lo que dura un cuento, de esos cortos.
domingo, febrero 21, 2010