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kleptØ

Todo lo que no es nuestro, prometemos haberlo robado. 

domingo, febrero 03, 2008

3:30 p. m. - La sobrina.


Lo que vas a leer a continuación pretende ser la segunda parte de lo que publiqué el viernes 1, titulado: Cosas Raras.
Dibujo: Los meridianos, obtenido de los tutoriales de gps.com.ar



El más grande no ha de tener más de trece años, aunque sus vestimentas y maquillajes, sobretodo en ellas aparenten tranquilamente un par de años más, todo un logro eso de parecer mayor y muy lejos del anhelo que tendrán en años venideros intentando recuperar la elasticidad perdida y la frescura de la adolescencia. Están entretenidos mirando cómo todo el mundo al pasar bajo las amplias vidrieras que cubren el centro comercial junto al puerto, y que hacen las veces de espejo reflectante por fuera y amplias cristaleras por dentro, no pueden evitar pararse, descubrirse sorprendidos, mirarse, reírse, avergonzarse al reconocerse o precisamente por todo lo contrario, para finalmente en su gran mayoría no dudar en sacar la cámara e inmortalizar el momento. Ellos tras el espejo camuflado, ríen, juzgan, critican, se divierten al fin y al cabo. Minutos más tarde, tras comprobar decepcionados que las posturas se repiten, incluso que las muestras de sorpresa parecen ahora ensayadas previamente, uno está a punto de confesarles su gran descubrimiento,

- He descubierto una dieta milagrosa.

Enseguida capta la atención de todos, en especial de ellas, y la que aparentemente parecía la menos interesada en la estética, le pregunta sin disimular su interés,

- ¿Cuál?

A lo que él, contesta pletórico de saberse escuchado como un profeta,

- ¡Un gofre!
- ¿Cómo un gofre?, no entiendo. – Replica la joven.
- Sí, se trata de comer un gofre en todo el día y pierdes quilos, a mí me pasó. – Explica el chico orgulloso.
- ¡Ah, eso es como lo de la piña!, sólo comes piña y pierdes peso, siempre sale recomendada en las revistas. – Comenta la chica “cosmo” del grupo.

Nuestra joven asimila las explicaciones de sus amigos, profetas, ídolos a seguir, y capta el mensaje milagroso de la dieta única, única en ingredientes, así que ni corta ni perezosa al llegar a casa, primero se asegura de que no haya nadie; bien, no habían llegado todavía, dispondría de una hora a lo sumo, examina la despensa y la única fruta que hay en ese momento en casa son naranjas, así que decide que si funciona con piña, también funcionará con naranjas. Se pone a pelarlas, no recuerda cómo le había enseñado su madre aquella mañana de domingo, primero lo intenta siguiendo la forma curva de la naranja como si cortara sobre los paralelos imaginarios de ese planeta frutal, le resulta tremendamente difícil e irregular, entonces recuerda que su padre le había dicho que había una manera más sencilla que era imitando los hemisferios este y oeste, ¡eso era!, no se trataba de paralelos sino de meridianos, descarta la primera naranja y procede con la segunda, hace cuatro cortes en cruz, separa los cuatro trozos de piel y a su pesar ve que queda mucha parte blanca enganchada a la jugosa naranja, su olor dulzón inunda la estancia, entonces decide meter el dedo directamente para separar los gajos y ocurre la desgracia, una gota salta directamente a su ojo, le escuece, se lleva la mano directamente al ojo, pero su mano reboza de restos de naranja y zumo, con lo que sólo consigue irritarse más el ojo, nota el ardor, se le nubla la vista, va corriendo al lavabo se lava las manos, luego la cara, por un momento piensa que se ha quedado ciega, cómo se lo explicará a su madre, decide que no se lo puede explicar, corre a su habitación, en el camino tropieza con la mesita que tiene su madre en el pasillo con el florero de la abuela, que amenaza tambaleante en caerse, se detiene, el florero también, el corazón se le tranquiliza un poco y sigue la carrera hasta su habitación, se conecta a la red y en su buscador predeterminado pone las palabras claves: “ceguera provocada por naranjas”. No encuentra nada pero con medio ojo cerrado y el otro despavorido, lee que a las naranjas les llaman cítricos, y realiza una nueva búsqueda: “ceguera por cítricos”. Nada, es más le parece entender, cosa difícil con un solo ojo y el otro en lagrimeo constante, que incluso los limones a los que también llaman cítricos los utilizaban en tiempos remotos contra la conjuntivitis, y que la primera sensación era de ardor insoportable, por su efecto desinfectante, y que incluso podría parecerle a la persona que tenía una ceguera temporal.

Se reclina en su silla del escritorio, francamente aliviada, en ese momento escucha la llave en la cerradura, acaba de llegar su madre, la oye saludar y preguntar si hay alguien en casa, decide ir a su encuentro y explicarle claramente y sin preocupaciones lo que le ha pasado,

- ¡Hola mamá!
- ¡Hola cariño!, ¿qué tal ha ido el cole? – Le pregunta su madre dejando el bolso en el sofá y al levantar la mirada y posarla en su hija, no puede evitar gritar desconsolada, a la vez que se acerca para aguantarle la mandíbula con su mano derecha y mirar su ojo hinchado y rojo como un tomate, - ¡pero qué tienes en el ojo!, ¿te has dado un golpe?, ¿por qué no me has llamado al móvil?, que para eso lo tienes y no para los dichosos mensajitos.
- No te preocupes mamá, creo que es una “itis”, ya sabes como la conjuntivitis esa o algo así, nada serio.
- ¡Nada serio!, pero si tienes el ojo como una naranja. Si no se te pasa, mañana te llevará al médico tu padre.

Aquí si su madre hubiera dejado de examinar su ojo por un momento, hubiera notado la lividez en el rostro de su hija, hubiera notado el sudor frío que recorría su nuca, y hubiera podido leer en su otro ojo abierto de par en par, como si de un libro abierto se tratase, las grandes preguntas planteadas siglos tras siglos por los hijos de medio mundo, ¿cómo lo sabía?, ¿cómo se había dado cuenta de que estaba así por una naranja?, ¿sería por el olor dulzón? Nunca lo sabría, pero al día siguiente entre sus amigos, cuando le preguntaron qué le pasaba y por qué llevaba un parche en el ojo a lo pirata, ella les contestó orgullosa,

- He descubierto otra manera de desinfectarse los ojos sin utilizar colirios.




Objetivos: Discípulo es quien se deja enseñar, vulnerable aquel que idolatra a su mentor.
Tiempo robado (en naranjas) si has leído hasta aquí: 5:15


Blogger Redmond Barry confesó...

Técnicamente hablando: de puta madre. Muy bien, la cosa prometía y chas, resultó. Eso era la "itis". Esto también va del tiempo. Tomo nota de la dieta del gofre, me parece muy interesante y no salpica, aunque sí mancha.

Mi más sincera felicitaçao señora

Un beso  


Anonymous Anónimo confesó...

¡Molto obrigada!
De esa dieta puedo dar fe, mancha, pringa, endulza... ¡es fantástico!, sobretodo a las cinco de la madrugada volviendo de fiesta. ñ_ñ  


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