- Y… ¿qué dices que tiene tu sobrina? – Pregunta Ariadna con disimulado interés.
- Una “itis”, no es conjuntivitis, pero se le hinchó el ojo que parecía la mosca. – Le contesta Vero restándole importancia a las palabras.
- ¡Ay pobre! – Exclama sinceramente Ariadna.
- Sí, ya sabes que mi cuñado es… - Dice con sonrisa burlona Vero.
- ¡Un inútil! – Exclaman, las dos al unísono, en un vestigio de complicidad acumulada pero no renovada.
- Lo pilló en el cole y hasta que no tuvo el ojo como una naranja no la han llevado al médico, si es que… ¡Pa’ qué te digo nada!, ¿y tú qué me cuentas? – Pregunta con falso interés Vero.
- Lo de siempre, hemos traspasado el bar y desde entonces veo cosas raras, como fuera de lugar. – Confiesa Ariadna bajando un poco el tono de voz, como si no quisiera que los transeúntes accidentales se enterasen.
- ¡Hey eso es genial!... ¿Cómo cosas raras?
- Veo gente llevando colchones como quien lleva una gorra gigante a compartir entre tres. Ahora por ejemplo, párate aquí, ¿ves el interior de ese bar? - le indica Ariadna –, veo a la Ratita Presumida tomando nota en la mesa junto al mostrador, y más allá al fondo en la barra Tinkerbell acaba de ganarse sus alas mágicas.
- Lo de la gorra… ¿lo dices por mí, verdad?, esta la compramos juntas y recuerdo que me dijiste que te gustaba mucho cómo me quedaba, – le comenta algo airada Vero –, ya sabes que me encantan que no puedo salir sin ellas, ¿es por eso?, porque te da rabia que no lleve el pelo igual que tú y que ya no seamos un calco la una de la otra, ¡pues no pienso dejar de usarlas!, son mucho más que un accesorio para mí y me sentiría desnuda sin ellas, mira prefiero marcharme porque últimamente sólo pareces tú y tus neuras lo único importante, tendrías que pensar más en los demás… y te lo digo con cariño precisamente porque me importas. Cuando te relajes un poco me llamas un día de estos y hacemos un café como Dios manda, ¡qué frío!, ¿no? Bueno dame un par de besos y quedamos así, pero que no sea para el próximo fin de semana que estaré en Andorra. – Le dice en tono condescendiente al despedirse de ella.
La ve alejarse con el abrigo enjuto y la gorra hasta las orejas, ya no parecía la misma Vero que la había encandilado años atrás con su ondulada y larga cabellera, esa cabellera que cobraba un brillo especial con la salitre del mar… pero ella tenía razón hacia frío y decidió entrar al bar y hablar con la Ratita obviando su gris y larga cola mientras le pedía una consumición y sonrío al ver torpe a Tinkerbell con sus alas recién estrenadas, minutos más tarde al abandonar el bar y perderse entre las callejuelas menos concurridas, tropezó nuevamente con los que compartían colchón por gorra y en ese momento decidió seguirles, y así se perdió Ariadna feliz, entre la multitud tras el colchón que flotaba sobre tres cabezas.
Objetivos: ¡Y vaya si les siguió!, cuando se quiso dar cuenta formaba parte de la rúa más divertida que jamás se había visto por esos derroteros...
Redmond Barry confesó...
Eso es lo que necesitamos descansar las cabezas y no simplemente sentarlas.
Qué bonito, voy a por el de arriba
confesó...
¡Necesitamos descansarlas, mimarlas!, y para conseguirlo qué mejor que darle otra utilidad a las cosas, un colchón por gorra, y a lo mejor acabas fol(bip)ndo de pie... jajajjajajaja. ^.^
Mike confesó...
No deje de leerte, sin embargo, deje de comentar en varios blogs... quiza es el peso del colchon que cargo solo... No te fijes, en cualquier momento lo descargo.
confesó...
Aunque yo tampoco ande todo lo comunicativa que quisiera, nunca dudé que hubieras dejado de leerme, y los colchones lo bueno que tienen es que una vez descargados te puedes tumbar sobre ellos... abrazo de oso, as always vamp bro' "¬"