SIGUE CAMINANDO
Hacia un frío atroz, que envolvía el cuerpo de Lucía. La oscuridad no dejó espacio ni a la luna ni a las estrellas esa noche, lo cubría todo con un manto negro, sólo las nubes cargadas de furia habían tomado el cielo, escupiendo espadas de viento heladas que azotaban al osado que no se hubiese puesto a cubierto... como Lucía. Pensó en volver, a pocos kilómetros de ahí, tenía el cobijo de una casa cálida, y su cama le parecía ahora, en la distancia mucho mas mullida y acogedora.
- Sigue caminando, pase lo que pase no dejes de caminar.- Le decía una voz errante que brotaba en todas direcciones, a cada paso que daba.
No podía evitar pensar en esa mesa puesta con mil manjares, y los brazos de quienes la querían, se sentía egoísta por no haberse quedado, por no valorar esa vida que ahora veía desde una distancia fría, muy fría. Recordaba lo ciega que estaba, recordaba lo que había tras esa casa, esa calidez ficticia, que le costó tantos años entender. Miró hacia atrás y el camino le devolvió la imagen de un pasado no muy lejano, de una vida mediocre e infeliz pese a tener chimenea, vió horas de paseos por los prados cercanos asomada a otras vidas que le hacían sonreír, viajeros que iban y venían con proyectos, con triunfos y derrotas... pero vivos, increíblemente vivos que la sonreían y saludaban al pasar por su lado. Lucía siempre les saludaba, eran sus héroes, esos hombres y mujeres que habían estado al otro lado de la montaña, y que le hablaban de nuevos mundos, de nuevos colores, de vidas cargadas de aventuras y desventuras pero vidas vividas. No como la de Lucía. Ella sólo había visto una de las caras de la montaña, era demasiado grande para ella, había oído hablar del aterrador frío que allí habitaba. Alguna vez se había sentado en el bar con alguno de esos personajes capaces de atravesar la montaña, no podía dejar de escuchar sus historias durante horas, los miraba casi sin parpadear y soñaba ser un pájaro de alas fuertes, capaz de elevarse por encima de ese muro empedrado y lleno de zarzas que era la montaña.
Pensó en sus pequeños triunfos, en aquellas pequeñas rebeliones que había hecho en su casa, en su vida. Pero eso no le bastaba, las inquietudes se acumulaban día tras día, la soledad de sus pensamientos cada vez eran más y más grandes, y Lucía cada vez se sentía más incomprendida, más sola, y más egoísta. Incluso llegó a odiarse a si misma, por no ser como los demás. Con miedo y a tientas, con los ojos ciegos por la bruma continuó caminando pese a que todo su cuerpo temblaba como un junco, y se preguntaba si ese temblor se debía al frío o al miedo.
- No dejes de caminar, pase lo que pase no dejes de caminar. - La misma voz que emergía de todas direcciones la acompañaba.
Se había negado durante tanto tiempo una posibilidad, que creía no merecerla, y la había ocultado bajo todos sus pensamientos rutinarios. A cada amanecer lo bautizaba con sus trabajos diarios hasta altas horas de la madrugada, un día casi consiguió olvidar sus pensamientos, sus ilusiones, podía controlarlas, podía ser feliz con esa vida, y creía haberlo conseguido, hasta que un día al despertar encontró junto a su cama una sombra triste y oscura que se lamentaba en un rincón.
-¿Por qué me has abandonado Lucía?, – dijo la sombra,– creí que te gustaba.
Lucía se quedó en silencio y una tristeza que le arrancaba el alma se apoderó de ella, reconoció en esa sombra, a cada uno de sus sueños abandonados en ese mismo rincón, mucho tiempo atrás. Se acercó despacio a esa sombra que temblaba y lloraba por miedo a que Lucía volviera a encerrarla en el fondo de su mente. Pero al contrario ésta se acercó y la acarició, con el mismo cuidado que se acaricia a un recién nacido, al pasar su mano por encima de las curvas de la sombra esta se iluminó lentamente y de ella brotaron miles de luces y en cada una de ellas pudo ver un antiguo sueño, una antigua ilusión y una posibilidad.
El viento parecía haber leído los pensamientos de Lucía, y le impedía el paso soplando en dirección contraria, sin parar de rugir de manera furiosa. Tanto sopló que Lucía perdió el equilibrio y cayó de bruces al suelo helado por la tormenta. Su rodilla quedó abierta y sangrante y los sollozos de su cansancio, parecían acordes junto con los silbidos fríos del viento, formando una extraña melodía, mientras yacía tendida en el suelo.
-Pase lo que pase, ¡no dejes de caminar!. - De nuevo un eco dulce se clavaba en su oído y le ayudaba a crecerse ante el cruel invierno. Y así lo hizo, a tientas y dolorida se levantó, apretó los dientes, los puños y los ojos y con un gemido que casi parecía el aullido de un animal, se puso en pie. Lucía lloraba desconsolada, sus lágrimas caían como estacas hirientes por sus mejillas y su alma le dolía, por un lado quería rendirse, quería volver, quería calentarse las manos en su chimenea, pero por el otro sabía que su vida no volvería a ser la misma. No podía permitirse ser vencida. Podía perdonarse tropezar y caer, pero no ser vencida.
-Sigue caminando, sigue caminando...
En trance se trasladó de nuevo a ese pasado, a un día de sol en un riachuelo, en el que miraba los peces jugando con el agua, era época de salmones y éstos nadaban contracorriente, se preguntó qué les impulsaba a hacer algo tan absurdo. Por qué nadaban en una dirección imposible, comenzó a seguir el curso de los salmones, vió cómo alguno incluso se golpeaba con una de las piedras, pero aún así seguían. - ¿Por qué?.
-Porque es su instinto, saben que ahí esta su destino.- Dijo una voz al otro lado del río. Lucía frunció el ceño y miró extrañada a una mujer que no había visto jamás, vestida con un traje blanco con el pelo dorado, de dulce y sabia sonrisa.
-Pero les cuesta más nadar, ¿por qué lo hacen?. Y además, ¿cómo pueden no cansarse y rendirse? – Preguntó Lucía.
-La esperanza les guía, Lucía. Simple y maravillosa fe, sólo es eso y eso lo es todo.- Le contestó la mujer, dando media vuelta no sin antes guiñarle un ojo a la joven. -No dejes de caminar, pase lo que pase, sigue caminando.- Ésa era la voz, pura y simple esperanza. Disfrazada de sonido. Lucía dejó de sentirse sola, no lo estaba, la esperanza la había acompañado todo el trayecto, le había ayudado a levantarse y consolaba sus penas.
Ese recuerdo le hizo sonreir, sus labios cortados por el frío se elevaron triunfantes sin rendirse al salvaje viento, que ahora más que nunca rugía enfurecido por la osadía de Lucía. ¿Reírse de él?, se volvío de un gélido blanco, casi adoptaba forma humana, rodeándola y empujándola hacia atrás dificultando su paso. El aguacero golpeaba sus párpados obligándolos a cerrarse. Pero pese a todo Lucía, continuó caminando.
-Sigue caminando, Lucía.- Le repetía la voz.
Un lamento agónico del viento, fue lo último que escuchó antes de que desapareciera por completo, tal fue la rapidez que Lucía volvió a caer de bruces desconcertada, y descansó unos segundos, con la cabeza apoyada en el barro mientras unas gotas de lluvia caían por su nariz, al levantar la mirada vió que la bruma se disolvía sigilosa, rendida ante ella, cuál fue su sorpresa cuando entre los vapores de niebla, vislumbró una diminuta mancha roja en medio del desierto de barro y hielo. Se quedó mirándola con el alma en un puño, aguantando la respiración, hasta que dejó de ver un difuminado punto rojo, para poder disfrutar de una pequeña flor salvaje que emergía de las cenizas de hielo triunfante, en un púrpura que iluminó todo el mundo de Lucía. Con cautela y sin hacer gesto de dolor se irguió, y al mirar al horizonte vió un paisaje que jamás antes había visto, unas nuevas montañas teñidas de verde servían de ventana a un amanecer que emergía tras ellas calentando con sus rayos cada rincón. Se giró hacia atrás y miró atónita la montaña que le había servido de frontera todos aquellos años y que por fin podía ver desde el otro lado. No pudo reprimir la risa y el llanto, todo a la vez, ¿había vencido al invierno?, ¿era posible?, en mitad del camino la mujer vestida de blanco, y cabellos dorados, le sonrió y le dijo una vez más.
-Sigue caminando, Lucía.
Lucía le sonrió, mientras se perdía entre los árboles del bosque, avanzando, con el corazón hambriento, y una sonrisa llena de esperanza. Volvió a mirar al frente y un mar de verdes tiñeron sus ojos, el camino se extendía en una enorme pradera, que se abría ante ella. Dándole la bienvenida a un nuevo mundo desconocido y lleno de luz. Y ahora más que nunca a Lucía le apetecía caminar.
Objetivos: Agradecer enormemente a Wisheast este relato, intentaremos seguir caminando, no sin antes hacer extensiva la dedicatoria del mismo, por empatía a Glassy y a Gacela. Foto publicitaria de la marca Capalbio.
Tiempo robado si has leído hasta aquí: 8:48
confesó...
Y me pensaba que la vaga era yo, << esperaremos a que la montaña se desgaste>>, pero bueno Glassy!!!... jajajajajaja.
Wisheast!!!, tía buena!!!, maciza!!!, queremos un blog tuyo!!!
^_^
confesó...
Gracias por la oportunidad klept0, y si..... estoy deseando hacer mi blog estamos en ello.
Tambien gracias Glassy a ti por tu apoyo. un cyberbeso para ti.
confesó...
Mmmm, recuerdo ahora esa leyenda que dice que hay un cuervo que da una vuelta entera al universo, y cuando llega a uno de los confines se afila una sola vez el pico en un montaña. Luego vuelve a dar otra vez otra vuelta al universo y al llegar de nuevo junto a la montaña vuelve a afilarse una vez el pico. Y la eternidad terminará cuando la montaña haya sido desgastada totalmente por el pico del cuervo...
Esperemos con un daikiri en la mano, mejor :S
Besotes a las dos!
confesó...
Brindo con un mojito por eso Glassy y me juego el cuello a ke klept0 tambien estaría ahi. ;) un besote a las 2
Gacela confesó...
Yo es que siempre llego tarde, pero llego. Y me ha gustado el relato, Wisheast, y la certeza de que al final lo único que podemos hacer es seguir caminando, a pasos muy chiquitos y despacio cuando tenemos el viento en contra y un poco más seguras y rápidas cuando lo tenemos a favor. Pero caminar, aunque no sepamos dónde. Y que no es fuerte quien no se cae nunca, sino quien encuentra la manera de levantarse, aun dolorido.
Y gracias por la dedicatoria, klept0... :-)
confesó...
Hey Gacelita!, no te preocupes ya sabes que más vale tarde que nunca, (te lo dice una tardona reincidente), me alegro de que te haya gustado, esto servirá para animar a Wisheast, que me va de tímida...
Y sí, el truco está en saber levantarse, llevar rodilleras, intentar caer de culo para amortiguar, pero seguir.
Buen fin de semana!. ^_^