- Me voy a la ducha, ¿vienes conmigo?
Miroslav se quedó mirando a Tania sin reaccionar todavía, desvío la mirada observando el piso, ¿realmente era ese su piso? Era evidente que al menos ya había estado ahí porque sabía perfectamente la distribución del mismo, pero… ¿eran esas sus cosas? ¿Desde cuándo hablaba español? Se pasó la mano por el cabello en un intento vano de peinárselo ya que iba rapado al cero, y sin darse cuenta acabó masajeándose la cabeza con ambas manos, hasta acabar sujetándola, como con miedo a que se desplomara en cualquier momento. Tania seguía esperando su respuesta, desnuda frente al armario con una sonrisa comprensiva en sus labios, sus pechos pequeños le señalaban. ¿Le gustaban las mujeres de pechos pequeños y pelo corto? De repente se le antojaba que no.
- Tranquila, dúchate creo que necesito primero un café o no soy persona.
- ¡Siempre dices lo mismo!, ¿cómo no vas a ser persona? –exclamó entre risas Tania con total naturalidad y perdiéndose tras la puerta del baño.
Miroslav esperó a sentir correr el agua de la ducha, para de un salto coger la que supuso era su ropa tal como aparentemente la había dejado la noche anterior en el respaldo de la silla junto a la ventana, encontró los calzoncillos como si fueran una funda interior del pantalón tejano, daban la impresión de que se lo hubiera quitado todo a la vez, los olió pero parecía que sólo los había utilizado una vez. Sólo hacerlo se echó a reír, ni siquiera sabría reconocer ahora mismo si “ese” era su olor. Con los pantalones a la altura de su cintura sin abotonar, reparó en la ventana, se asomó lentamente desde uno de los laterales como si fuera la primera vez que se asomaba a la misma, afuera reconoció el bullicio de la rotonda de la Plaza de la Carbonera parecía cotidiano, con vistas al puerto de Barcelona a la derecha y el Maremagnum que se adivinaba a la izquierda. Todo normal en lo que parecía ser un día caluroso de verano, el sol no tardó en herir sus ojos azules. Apartó los ojos medio cerrados de la ventana, con una mano cogió el polo, y con la otra las deportivas que encontró bajo la silla, con los calcetines dentro. Se dirigió a la cocina y empezó a abrir compulsivamente todos los armarios, mientras acababa de vestirse, estaban todos vacíos menos uno, que en una estantería tenía sobres de café instantáneo, sobres de azúcar con propaganda de bares impresa, un pote de miel medio vacío y cuya base estaba pringosa alrededor. Abrió la nevera y sólo encontró un huevo, un tetrabrick de leche de soja a la mitad, y dos Heineken de lata. Por un momento lamentó que sólo hubiera cerveza para chicas.
- ¿Buscando una cerveza tan temprano? Pensaba que habías dicho que te tomarías un café para ser persona. –Comentó Tania quien le observaba divertida desde la puerta de la cocina, vestida, con el pelo corto mojado y el flequillo platino cubriéndole su ojo derecho, llevaba una mochila en la mano.
- No me apetecía un café de sobre, eso no es café. –Replicó a la defensiva Miroslav.
- Mira en eso tienes razón, tengo hambre, bajemos a desayunar. –Dijo Tania resuelta encaminándose a la puerta. Miroslav le siguió.
Minutos más tarde sentados en la terraza del bar de la esquina, Tania engullía ávidamente un gofre bañado en chocolate, tragando a intervalos una horchata gigante. Miroslav pidió un cortado con un croissant, pero apenas le había dado un par de mordiscos, tenía la sensación de tener el estómago revuelto y no un dolor de cabeza, sino como punzadas a intervalos.
- ¡Huy!, qué tarde. Son casi las doce, que nos están esperando. –Tragando un sorbo largo de horchata, Tania hizo aspavientos en el aire con un billete de diez euros al camarero de la barra del bar que le respondió con familiaridad. Y dejó el billete bajo el cenicero–. ¡Vámonos cariño!
- ¿Nos esperan? –Se le agolpaban las preguntas a Miroslav. ¿Quiénes? ¿Dónde?
Tania sacó de uno de los bolsillos laterales de la mochila unas llaves y desbloqueó una moto que estaba encadenada a la farola frente al bar, abrió el sillín y sacó dos cascos, ofreciéndole uno a Miroslav.
- ¡Venga!, que ya sabes que no podemos llegar tarde, para ya con las preguntitas, que me estoy cansando. –Dijo Tania, ésta vez seria.
Miroslav se puso el casco y montó en la moto detrás de Tania, quien en cuestión de segundos rodeó la Plaza de la Carbonera y se dirigió hacia el puerto, redujo la marcha para pasar un control de entrada a la zona de carga y descarga de contenedores, y sin quitarse el casco, saludó a los dos vigilantes de la garita, que apenas repararon en ellos, para dejarles pasar. Tania dio lo que a Miroslav le pareció un montón de vueltas entre las calles que formabas los diferentes contenedores apilados, se paró frente a las puertas de uno, sacó de la mochila un móvil y consultó la matrícula del contenedor.
- ¡Genial!, hemos llegado y a la hora. –Tania hizo una llamada perdida y al minuto la puerta del contenedor se abrió. Tania y él entraron todavía subidos en la moto.
Otra punzada en la cabeza le sobrevino a Miroslav mientras se quitaba el casco y se bajaba de la moto, sus ojos no tardaron en acostumbrarse a la poca luz que iluminaba el contenedor de cuarenta pies. ¿Cómo sabía que era de cuarenta y no de veinte? Al fondo una mesa con dos sillas estaba plenamente iluminada. De pie junto a la mesa habían tres hombres, dos de ellos muy nerviosos vestían camisetas con la letra A y la letra B estampadas y enormes al frente en color blanco sobre negro, el otro tenía en la mano lo que parecía ser una videocámara. Y detrás de él un cuarto hombre con pinta de portero de discoteca, estaba cerrando la puerta del contenedor.
El hombre con la videocámara sonrió afablemente y se dirigió a Tania.
- ¡Siempre tan puntual querida!, –estampándole un beso en la boca y dirigiéndose a Miroslav, le extendió la mano derecha mientras le decía–, es un placer tenerte aquí nuevamente Miroslav, como ganador absoluto de anoche, puedes escoger con quién de estos hombres quieres batirte hoy.
- ¡¿Escoger?! –Miroslav miró confuso a los dos hombres del fondo, el que tenía la letra B, regordete no paraba de sudar y parecía suplicarle con la mirada.
- No le hagas caso Sergei, Miroslav lleva toda la mañana haciendo ver que no sabe ni quién soy yo, ¡venga escoge a uno Miroslav! –Tania se había quitado el casco y lo había dejado colgando del manillar de la moto, acomodó su corto flequillo platino y miró divertida a los dos hombres del fondo.
Miroslav caminó como un autómata hacia la mesa, se dejó caer sobre una de las sillas, la luz se reflejaba sobre las perlas de sudor que empezaban a cubrirle su pelada cabeza, Sergei se posicionó frente a él, para sacar un primer plano.
- Estamos con el ganador absoluto de anoche, Miroslav, quien nos dirá en cualquier momento con quién de estos dos hombres desea batirse. ¿A quién elegirás al Sr. A o al Sr. B?
- Al Sr. B –Dijo por primera vez seguro de sí mismo Miroslav, mirando a cámara.
El Sr. B empezó a mover la cara compulsivamente de lado a lado, el portero de discoteca no tardó en acomodarle en la silla, mientras Sergei no perdía detalle con la cámara, con el plano de ambos contrincantes frente a frente, se ve una mano femenina entrando en plano y colocando una pistola en el centro de la mesa.
Objetivos: Este relato pretende ser el tercer capítulo de una novela conjunta. ¿Qué te gustaría que pasara ahora?
Tiempo robado si has leído hasta aquí: Creo que Miroslav no está seguro...